Causaron más daño los fantasmas imaginarios que los fantasmas reales. Mismos que se nos aparecen a diario ya en la realidad o en los espejos. Coleccionistas los hay de todo: desde perlas hasta filatélicos: desde coleccionistas de cajetillas de fósforos hasta de valiosas joyas y antigüedades. Otros más coleccionarán obras de arte, pinturas, esculturas… Pero pocos saben de los coleccionistas de fantasmas. Y lo más asombroso es aceptar que cada uno de nosotros -por lo menos la mayoría- haya albergado uno o muchos fantasmas dentro de sí mismo en el espacio real o imaginario. En lo personal, siempre me gustó coleccionar cosas raras. Incluyendo fantasmas como otros tantos. Y digo fantasmas reales, aunque fueran una sombra en el invisible mundo del aire, del sonido, del sótano y los recuerdos. Cuando era un niño encontré algunos. Como aquellos seres maravillosos que surgían del agua de la fuente de los rostros del tiempo. Una vez llegó un cantor fantasma hasta la casa, quedándose a vivir en una de las estancias del fondo. Mi ausente abuela tocaba la vihuela y la mandolina. A veces escucho su bandurria lejana. Esos son los espíritus buenos. Otros más se divierten con los más sombríos juegos, haciéndonos sufrir o hundirnos en el espejismo.
Coleccionistas de fantasmas
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