La vida -por raros designios- empieza en sollozos para el ser humano. Después de haber muerto “en vida” implica, por igual, volver a llorar al renacer. Tomás Briones -piloto veterano- iniciaba su semana de trabajo, surcando el aire, "cabalgando" su avioneta sobre Río Grande (Estados Unidos). De pronto, la máquina empezó a cabecear, amenazando caer. Algún desperfecto en los motores perturbaba su vuelo. Era, su majestad el Hombre, conquistando las alturas. Allá donde sus sueños de grandeza lo han elevado al infinito. El naufragio aéreo de Briones simboliza a nuestra misma civilización a punto de caer en pleno vuelo, luego de haberse alzado al firmamento. (Se teme que nuestra poderosa civilización caiga en el cenit de su gloria). Después de vanos esfuerzos, la máquina de Briones se precipitó a tierra. ¡Milagrosamente, su tripulante pudo salir ileso del accidentado aparato! Al darse cuenta que había escapado de morir, Briones se puso a llorar, como un recién nacido. ¿De alegría? ¿Dicha? ¿Dolor? ¿O de agradecimiento a la Divinidad por su salvación? Nadie lo sabe. El bebé al nacer, solloza e ignoramos si es miedo de llegar a la vida o a un mundo de esplendor y soledad. Cuando llores -ya a solas o ante Dios- puede ser un íntimo renacimiento de tu ser.
Nacer o renacer la vida sollozando
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