¿Es el ser humano quien crea la felicidad o es la felicidad quien lo hace humano? En muchos es la felicidad quien llega a ellos, mientras otros van en busca de ella. Algunos –al no poder verla—la buscamos en el mundo externo y lugares lejanos, sin darnos cuenta que la misma –como reza el axioma—suele estar a nuestro lado o en nuestro mismo interior, único lugar donde se puede percibir. Dichosos los que son felices haciendo feliz a otros; desdichados quienes sólo esperan que otros les hagan feliz. La sabiduría oriental dice un acertado adagio: “Cosa extraña el Hombre: Nacer no pide. Vivir no sabe. Morir no quiere”. Nadie, en efecto, pide nacer. Y nunca nos preguntamos el propósito natural y divino de haber nacido. Los astrofísicos modernos buscan el momento de la gran explosión universal de la vida (“Big Bang”) –teoría que afirma que el universo estaba en un estado de muy alta densidad y temperatura y luego se expandió por los confines cósmicos, formando la Gran Creación universal. Pero –como diría un buscador de la verdad—nadie se pregunta qué estaba antes de aquel fausto suceso y más aún: quién lo produjo. No pedimos nacer, como dice el adagio; no sabemos vivir y no queremos morir. Ignorando que nacer, vivir y morir son partes de un mismo suceso maravilloso, donde sólo somos el fugaz actor de un eterno y divino drama.
Creación del hombre y la felicidad
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