La vida es circo de muñecos. Donde unos hacen reír a los demás o que los demás se rían de sí mismos. Otros circenses vuelan por el aire, tocan el firmamento de la carpa de su gloria a veces en caídas sin red. Unos más son domadores de fieras (fieras del deseo y panteras mágicas). Algunos “lanza puñales”, asesinando la inocencia o la vida de una flor. Más allá los lejanos magos ilusionistas de la arena. Haciendo aparecer de la nada un pájaro en llamas, una mujer hermosa, una rosa o un fantasma sin paraíso, o del mismo aire la felicidad. Después de la función, los magos errantes, se esfuman como sus rosas, sus llamas, pájaros, mujeres y leones. Porque los ilusionistas también son ilusión. Y allá van los malabaristas, volatines, monstruos, mujeres con barba, vende chicles y elefantes. Circo pues de muñecos es la vida, que juega con nosotros como sus frágiles marionetas. En todo caso, no está perdida nuestra gloria. Al contrario, se gana con el deseo y valor del trapecista al lanzarnos al vacío para capturar el sueño o hacerlo realidad en la pista. Los circos siempre fueron en busca de la felicidad. Nos brindan gozo, asombro, fantasía, música y fiesta. Lo saben los niños de luneta, palco y platea. Aquellos que vieron allá su mismo sueño.
La vida: circo de muñecos
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