Una historia sobre Buddha cuenta que una mañana un hombre creyente llegó hasta él y le peguntó ¿Existe dios? Buda le miró a los ojos, respondiéndole “Dios no existe”. Ese mismo día por la tarde llegó hasta él un ateo y le hizo la misma pregunta. Buda le miró a los ojos diciéndole “Sí. Dios existe”. Al atardecer, cuando el día se apagaba, llegó otro hombre y le formuló la misma pregunta, dicha de otra manera: “Hay gente que cree en dios y otras no. No sé a quién creer. Quiero tu ayuda”. El maestro dio una tercera respuesta: no habló y cerró los ojos. Al verle así, el visitante pensó que aquella era la respuesta y se sentó junto a él con los ojos cerrados y en silencio. Después de una hora, abrió los ojos, tocó los pies del maestro diciéndole: “Tu compasión es grande. Siempre estaré agradecido por haberme dado la respuesta” (La Divinidad del Silencio). Siddharta Gautama Buddha -asceta y sabio fundador del budismo- nació en la desaparecida república Sakia, montes Himalaya. Predicó su filosofía al noroeste de la India, descubriendo que sólo en el silencio podíamos ver el rostro de la divinidad, latente en cada uno de nosotros. Obtuvo la iluminación en la negación del ego (“yo soy”) integrándose a la divinidad universal: “So Hum, So Ham”: (“Él es yo; yo soy Él”). Lo que muchos ignoramos.
Divinidad del silencio
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