(In Memoriam). Es la historia de un hombre convertido en pueblo y de un pueblo convertido en hombre: Alejandro Coto, hijo de Suchitoto (“Pájaro Flor” en lengua aborigen). Un día plasmé en el lienzo el esbozo de su alma: un ángel de fuego y esperanza. La misma que sembró en su gente. Durante la triste guerra civil reunió a todos en la plaza y les pidió que -a pesar de los bombardeos- no se fueran de su tierra. Que se quedaran como sus pescadores y la chiltota, trinando en las frondas; como la amantísima virgen, su iglesia, palomas y campanas en el viento. Como la estrella y el niño que esperan el amanecer. Su antigua casona (hoy museo) quedó en la colina, divisando el lago que él mismo bautizó “Suchitlán” (lugar de flores y promesas). Un día albergó a artistas, amigos, poetas, místicos, letrados y gente humilde. Hoy sin él luce vacía, aunque llena de su recuerdo. El buen Alejandro ya no anda echando pan a los peces del estanque, ni regando los “nomeolvides” del alba. Pero el lugar no está vacío. Allí seguimos los de entonces, pidiendo al cielo se cumpla la promesa de los “Acuerdos de Paz” y vuelva a amanecer la vida y la paz. Allá en “Suchi-Coto” -como apodaban sus amigos al pueblo- y en toda nuestra tierra: cerrando sus heridas; perdonando al pasado y porvenir; uniendo a sus hijos; liberando la voz y la palabra de sus hombres de buena voluntad… ¡Para que canten de nuevo el pescador, el niño y la chiltota!
Nostalgias de “Suchitoto” en flor y paz
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