La soledad no es estar solo. Es estar sin amor. La paz, el perdón y la felicidad son posibles si la vida te da un corazón para amar. El célebre escritor norteamericano Frank Baum dejó escrito en su conocida leyenda de ficción y humanidad: “El Mago de Oz”: “Pediré un cerebro en lugar de un corazón -dijo el Espantapájaros- porque un tonto no sabría qué hacer con un corazón, incluso si tuviera uno”. “Me llevaré el corazón” -respondió el hombre de hojalata- porque la inteligencia no hace feliz a una persona, y la felicidad es lo más hermoso del mundo.” La presente civilización -inmersa en el desierto de la Historia y el drama del hombre contra el hombre; del hombre contra Natura y del hombre contra Dios- debiera pedir lo mismo que el personaje de metal de Baum encarna: ¡Un corazón para el hombre de hojalata de nuestro siglo! El interior palpitar del cual renazca la paz, el perdón, la justicia, la libertad, el amor y la fraternidad. La sobrevivencia y la felicidad es posible si la vida te da -como al personaje de metal Baum- un corazón que pueda amar. En un mundo donde -más que el amor al poder- nos redima el poder del amor.
Un corazón al hombre de hojalata del siglo
-