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Estero azul de los plenilunios

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Por Carlos Balaguer |

Nunca pude volver al estero azul de plenilunios que visitara cuando niño, buscando encontrar tritones y serpientes del mar que arrojaban a la playa del abuelo Alfonso las mareas. Tampoco he vuelto a abrir el libro de piel de delfín –“Leyendas del Mare Nostrum”—que me diera un día Ghudakesh, “El Siempre Despierto”. La misma divinidad que me dijera: “Para mirar un sueño hay que cerrar los ojos. Para vivirlo ¡Hay que despertar!” “Hasta hoy lo que has vivido o creído vivir -agregaba- tan sólo ha sido el sueño. Despierta, antes que la vida o el amanecer descubran el velo de tus ojos. El mismo que es ilusión, engaño y fascinación. La Verdad es de piedra –por eso algunos humanos no la escuchan. También estrella. Por ello no la alcanzan. Sólo tu sueño es real, cuando abres los ojos a la verdad” –terminaba diciendo. Khumba –mi distante madre de aquel mar de la ilusión— me heredó su oceánida visión. Por ello llegué a entenderme con seres del eterno volver. Porque ellos volvían hacia mí con las mareas del tiempo. Todo, en medio del “Kalachacra” la rueda astral de las reencarnaciones. Allá en las leyendas, donde no siempre vuelven los halcones del tiempo de deshielo. Tampoco aquellos que han olvidado el regreso a sí mismos. Si un día te encuentras al “Señor del Sueño”, pídele despertar para ver lo que queda o empieza de tu sueño y de tu azor sin paraíso. (y XXXVII) De “Falcón Peregrini” Leyendas del mar. ©C.B. 

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