Todos los seres del aire –como el halcón peregrino— tienen su leyenda. Historia escrita en las alas de su mismo vuelo trashumante. Acaso sea por su mismo destino de amar y volar al infinito. ¿Tras de qué acaso? Si al fin de la jornada nos diremos ¿Cuánto anduve, tuve, perdí y me llevo? Las nubes se irán de paso junto a los halcones, sin saber quiénes de ellos tornarían mañana. Cierto es que todos los seres del viento escriben un destino. El mismo que no siempre se puede conocer. Tan sólo ver llegar, pasar y no volver. Los cernícalos de bandas, por igual, llegan vencedores -desde remotas lejanías- atrapando presas y estrellas. Finalmente vuelan un día hacia a la nada cuando van a morir o perderse en la leyenda. “De arte venandi cum avibus” –el arte antiguo de cazar con rapaces—fue el primer oficio de Azores el cetrero al quedar perdido en el desierto de la ausencia. El “Falcón Peregrini” -que cuidaba la infanta Arpa- era el mismo que nunca volviera a manos de Azores, el cazador sin luz. Sin luz, porque había perdido a su amada Magila y a su preciada ave de presa. Supo de la niña del halcón dorado y fue hasta allá. Al verse, uno al otro, el ave pareció no reconocerlo. ¡Habían dado la vuelta a la rueda estelar para volver a encontrarse! “Ésta fue mi ave peregrina tiempo atrás –dijo a la gentil Arpa. Pero hoy habrá olvidado que una vez vencimos al destino para luego perdernos en la escena de la vida”. (XXXIV) De “Falcón Peregrini” Leyendas del mar. ©C.B.
Reencuentro del cetrero y su Falcón Peregrini
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