Durante un plenilunio –mientras el mago Ghudakesh buscaba perlas en el mar—se le apareció en los arrecifes un bello fantasma, pidiéndole su milagrosa poción. “Busco la cura de la felicidad -le dijo. Dime su escondido secreto, ya que -cual promesas y cometas- ésta se esfumó entre las mareas. Revélamela en un cuento del mar.” El encantador miró con asombro a la bella aparición. ¡Era su amada Magila, que surgía desde las cenizas del pasado! Ella, feliz visión de su amor perdido, allende la vida y la muerte. Tal auguró la adivina viendo en la esfera de cristal la luna, el halcón, la flecha y el corazón herido. La magia del amor devolvía el tiempo perdido al ilusionista y volvía a tener ante él lo más amado. Entonces le contó su propia leyenda: “Una vez fui estibador de barcos. Traficaba perlas y emigrantes. Luego fui un famoso cetrero llamado Azores, cuya leyenda se extendió en pueblos y provincias. Pero un día su halcón de presa no regresó del deshielo. Después perdió trágicamente a su amada Magila, la ninfa del mar de circos y ferias coloridas. Hundido en el dolor y la soledad, desapareció en un viaje, como solía ocurrir en su vida trashumante. Sólo la Divinidad del Sueño, conoce la historia de aquel hombre. La cura de la felicidad no está en mi brebaje, sino en tu amada ilusión. ¡Tómala!” (XXXII) De “Falcón Peregrini” Leyendas del mar. ©C.B.
Fantasma del brebaje de la felicidad
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