El mago Ghudakesh descubrió la divina ilusión de la Creación. Tanto la vida y la muerte; la felicidad y el dolor; la grandeza y el poder; la belleza y juventud; el sueño y la realidad; habrían sido eso: ¡ilusión! Todo por ser efímeros. Ya que todo lo pasajero es precisamente quimera, dentro del grandioso escenario cósmico de la realidad. Somos, pues, fascinación, engaño a los sentidos, espejismo… ¡Algún sueño de Dios! El mismo anhelo que -precisamente por imposible- habría sido posible. En la anual feria de la vida halcones y actores llegan con el deshielo para luego partir de madrugada, escondiéndose en las sombras húmedas del alba. Suelen circos y magos tardar en volver como los sueños, el amor y los galeones. Porque todos buscan la felicidad. Mientras allá -en el profundo azur- cernícalos en vuelo y halcones peregrinos, vagan escribiendo espejismos e historias en el viento. Como aquella del buque fantasma que vino en la marea y se quedó varado en la playa del solitario Puerto Negro.. Casi siempre se ve a la Sibila en alguna feria, siempre con su mirada eterna. Otras veces es Magila, danzando seductora para los hombres del mar. Los mismos que, por igual, regresan con el tiempo. Es el derrito que nos roba el amor en su largo viaje, para algún día futuro de nuevo volverlo realidad. Allá donde la felicidad suele ser un ave en libertad que se nos va del pecho para tornar mañana… (XXXI) De “Falcón Peregrini” Leyendas del mar. ©C.B.
Divina ilusión de la Creación
.