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La Sibila, buscando ver su propio destino

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Por Carlos Balaguer |

Cierta vez fue Sibila -la vidente de la mirada eterna- quien llegó hasta el encantador. “Quiero tu milagroso brebaje, mago Ghuda -dijo. Ya me cansé de ver el futuro y destino de los demás. Hoy quiero mirar el mío. Revélalo a mis ojos” “Ghuda no niega a nadie la cura de la felicidad -dijo el nigromante. Habrás de ver el sueño que olvidaste y el que vendrá. ¡Has de recordar la felicidad!” “Nadie va a sospechar de una anciana buena que busca al encantador –dijo para sí misma la vieja agorera. Nadie, si le pide su milagrosa bebida. Tampoco van a dudar del mismo encantador. El que podría ser jefe de traficantes o de la misma gracia.” “Yo te conozco Sibila desde mucho tiempo atrás –dijo el adivino. Sólo que en cada regreso tenemos que morir un poco, para luego renacer y reconocernos. Aquellos que fui: el niño estibador, el extranjero, el cazador de cetrería y el mago Ghuda, fueron siempre los mismos. Sólo que cada quien vivió en un tiempo diferente. Pero sigo en el tráfico de perlas y emigrantes. No hay necesidad que me delates para sobrevivir en el verano. Con la pócima encantada te darás por pagada para la próxima temporada seca.” El sanador dio a la Sibila el brebaje de su último sueño. Nadie iba a sospechar de una vieja adivina que buscaba la felicidad y de un mago trashumante que la había perdido. Aunque tardara en partir y renacer. (XXX) De “Falcón Peregrini” Leyendas del mar. ©C.B.

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