“Quisiera saber cómo es tu oficio en el mar –preguntó Magila a Azores el extranjero. ¿Qué es lo que haces allá, que siempre tardas en volver?”.
“A veces también tardo en responder –respondió aquél–. Soy estibador de barcos mercantes, como lo fueron mis ancestros. También, como ya sabes, trafico emigrantes y gano por ello. Todo lo que vive y se vende, tiene un precio y valor en el mercado. Todo tienen un precio en el mercado de la historia. El futuro y el destino también son mercancía. Me volví traficante de esperanzas. Es un trabajo extraño. Es como vender sueños. Por ello -quizá- tardo en responder y también en volver”. La hermosa porteña quería saber más de él. El mismo que solía quedar en silencio sin decir palabra. Siempre mirando a la lejanía de su propio destino. “Cuando tardo en responder a la vida es la vida quien me responde y resuelve mis enigmas –dijo. A solas no tengo qué ni a quién responder. Entonces quedo como una pregunta más ante el universo.” La noche sorprendió conversando a los enamorados en el malecón: “Cuéntame de ti, Magila”, agregó. “Querrás oír mujeres; no peces.” “Cuéntame entonces tus leyendas del mar” “A veces, como tú, también tardo en responder. Por ejemplo si esta noche será la última en nuestras vidas. Sé que mañana zarpas en el “Portuguesa” y que será otro de tus viajes largos”.
“En efecto, por hoy es nuestra última noche. De nuevo tardaré en volver y responder al amor” –dijo el nostálgico viajero, siempre viendo al mar. (XX) De “Falcón Peregrini” Leyendas del mar. ©C.B.