Como sabemos, Azores, el joven que llegó del mar -como llegan los vientos, los barcos, las leyendas- transportaba emigrantes. “Nadie va a sospechar de un estibador”, dijo entonces Sibila, la vieja agorera a Magila. El joven viajero se iba de tiempo en tiempo al mar en un buque carguero. Sus viajes eran duraderos. Como todos los sueños. Eternos; sobrehumanos. “Ese extranjero de lejanos mares volverá por ti –dijo Sibila a su encantadora hija. Tiene la mirada de las criaturas del mar que dirigen su ruta en las estrellas. Trabaja con traficantes de emigrantes. Porque todos somos emigrantes: hombres, gaviotas, halcones, alcatraces, golondrinas… Se fue enamorado de ti. Al volver cuéntale tus ansias y él te contará las suyas. Dile que le esperas cada vez que parte en pleamar. Puedes sacar de su corazón su enterrada verdad y los deseos más profundos. Aunque los mismos tarden en cumplirse”. “No sé qué decirle Sibila -dijo la joven. Sólo sé historias soñadas, porque tu magia no me hizo despertar. Marinos como él -vuelvo a decirte- quieren oír mujeres, no peces.” “Recuerda mi bella del mar que tú también naciste durante un viaje –repuso la vidente. Mi niña del viento, eres igual a él. Entenderá tus historias y misterios. Con tu encanto puedes abrir su corazón de distancias y adioses. Si delatas al oceánida extranjero tendremos dinero para sobrevivir el tiempo seco.” Pero el único secreto que Magila quería de Azores era el de su interior enigma de amor. (XVIII) De “Falcón Peregrini” Leyendas del mar. ©C.B.
Estibador de viento y la mareas
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