Carl Schmitt, de la Escuela de Frankfurt, es uno de los precursores de la “Teología política”; se trata de una reflexión profunda, parte de la filosofía política y de la teología que investiga las formas en que los conceptos teológicos o formas de pensar se relacionan con la política, la sociedad y la economía.
Ignacio Ellacuría desarrolló su propia “Teología Política” desde el enfoque histórico y liberador abordando grandes temas: La secularización de la sociedad, la historicidad de la salvación, el carácter político de la misión de Jesús, el anuncio del evangelio y la misión de la iglesia, el fenómeno de la liberación, la relación de violencia y cruz, entre otros. El libro fue publicado en 1973, en el marco del décimo aniversario de la Encíclica “Pacen in Terris” de Juan XXIII. La idea central es “la historia de la salvación como salvación de la historia”, y en ella: la injusticia que priva por la fuerza al hombre de sus derechos personales y le impide la configuración de la propia vida conforme a su propio juicio personal” bajo la necesidad de una “redención de la violencia…”
Al examinar la literatura podríamos encontrar una gran cantidad de textos que plantean la relación entre Dios y la historia o lo político, y sobre todo múltiples preguntas: ¿interviene Dios en la política?, ¿toma partido en los asuntos públicos o sociales?, ¿si te humillas y oras obtienes el beneficio de Dios?
En el “Mysterium Fidei” de las religiones aparecen diversas imágenes de Dios, uno benevolente y afable y a veces otro sádico o vengador (François Varone, 2010), pero parece que no es el ser trascendente, sino una proyección e interpretación humana desfigurada.
La paradoja o trilema de Epicuro nos plantea algunos desafíos de una lógica compleja: ¿Es que Dios quiere prevenir el mal, pero no es capaz? Entonces no es omnipotente. ¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces es malévolo. ¿Es capaz y desea hacerlo? ¿De dónde surge entonces el mal?, ¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? Entonces, ¿por qué llamarlo Dios?
En la última intervención pública de la toma de posesión del 1º de junio participaron el Arzobispo, un pastor cristiano showman -que se parece poco a Jesús en su estilos de vida- y en el discurso principal se tocaron diversos temas religiosos, biblia, milagros y se nombró 24 veces a Dios; veamos cinco de las frases más destacadas:
I.- “Logramos lo inimaginable y lo hemos hecho acá, pero no con nuestra fuerza ni con nuestra inteligencia, sino únicamente con la gloria de Dios y con la sabiduría de Dios”. En este punto, el mensaje es que las políticas públicas son exclusivamente una intervención divina.
II.- “Los milagros que hemos visto en este país no son pocos y si Dios así lo desea, vendrán muchos más, por eso debemos agradecerle a él por toda su misericordia con nosotros e impulsarnos hasta llegar hasta acá”. Los principales logros del gobierno, programas y políticas son milagros, es decir, hechos inusuales o sobrenaturales inexplicables por las leyes físicas o naturales ocasionados por la intervención divina.
III.- “El Salvador necesita tres cosas para curarse de la economía, para arreglar la economía. Uno, la guía de Dios. Dos, el trabajo incansable del gobierno y tres, que el pueblo vuelva a defender a capa y espada cada una de las decisiones que se tomen”. La principal intervención para resolver los problemas de bajo crecimiento, falta de atracción de inversión extranjera y alto endeudamiento, es la guía de Dios.
IV.- “Hoy me dirijo al pueblo, a este pueblo salvadoreño, que no es el mismo país al que le hablé hace cinco años, sino que gracias a Dios, este nuevo país, para recordarle lo que dice la Biblia. Este es un país laico, el que no cree en la Biblia puede no creer en la Biblia, el que no cree en Dios puede no creer en Dios, pero yo sí creo en Dios. Y le recuerdo lo que dice la Biblia. Por sus frutos los conoceréis”. Se trata de una referencia moral y bíblica que refuerza la narrativa religiosa o espiritual de la retórica.
V.- “Para que sepamos confiar nuestra voluntad a Dios y le pidamos sabiduría para hacer bien las cosas. Así que les pido a todos que levanten su mano. Juramos defender incondicionalmente nuestro proyecto de nación, siguiendo al pie de la letra. Cada uno de los pasos, sin quejarnos, pidiendo la sabiduría de Dios para que nuestro país sea bendecido de nuevo con otro milagro. Y juramos nunca escuchar a los enemigos del pueblo. Que Dios los bendiga y que Dios bendiga a El Salvador”. Se trata de un juramento a modo de epílogo que incluye la solicitud de una intervención divina para que continúen los milagros.
La clase política, gracias a los estudios de opinión, ha identificado que la sociedad salvadoreña es muy religiosa, conservadora y creyente; 40.8% son católicos (por esta razón se invitó al Arzobispo), 40.6% son evangélicos (por esta razón se invito a Dante Gebel), pero no a un pastor evangélico local, quien pudiera generar división de la audiencia cristiana.
Con una escolaridad baja estamos ante una “religión infantilizada”, propensa a creer más, a utilizar menos la razón y a ser más manipulables. A veces la religión -como decía Marx- es el opio de los pueblos, una droga adictiva que nos saca de la realidad.
Las narrativas político-religiosas refuerzan la conexión emocional entre los líderes gubernamentales y la gente, sobre todo en un escenario mesiánico de “fenómeno de culto” y de “satisfacción vicariante”; creer que las acciones políticas tienen a Dios como respaldo potencia la confianza y la aceptación.
Platón decía: “Debemos buscar para nuestros males otra causa que no sea Dios”, porque la irresponsabilidad humana suele disfrazarse de demonio y porque Dios no juega a los dados…
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Investigador Educativo/opicardo@uoc.edu