“Aquellos de entonces no han tornado, dijo la vieja adivina. Porque no siempre vuelven de sus largos viajes en ultramar. Y –si acaso vuelven—nadie sospechará de su regreso. Mucho menos de los que no regresen. Tampoco van a dudar de los cernícalos que vuelven. Aquel amante del ayer va a ser un hombre importante en tu vida, ni niña hermosa. Sácale el secreto. Si delatamos al tratante de emigrantes, Sibila va a tener suficiente dinero para la estación seca del amor”. Pero aquellos de entonces no volvieron. Por lo menos en aquel desnudo deshielo de amor.
Tiempo después el tiempo reunía nuevamente a los amantes de ayer: “Hola Magila. No eres la misma que quedó atrás en el instante de una noche clara, que sería la última para aquellos que fuimos” “Tú tampoco eres el mismo Azores. Trataré de recordarte la noche anterior al viaje del “Portuguesa”. O ya vendrán otros deshielos donde podamos re encontrar la ilusión. Acuérdate que --todo lo que se imagina o se desea—que luego se manifiesta y después desaparece, es una ilusión. Al fin sólo eso somos en los cuentos del mar: ilusiones por cobrar, vidas, sueños por volver”. (II)