Cuando niño iba por las madrugadas a la orilla del mar del abuelo Alfonso a encontrarme u observar desde lejos los fabulosos anfibios y animales marinos que arribaban a la playa y se quedaban allí, dormidos, bajo la argentina luz de plata del plenilunio. Así, perros de mar, fabulosos tritones y serpientes oceánidas, quedaban varados en la arena. Y más de alguna sirena. De aquello era mejor callar. Nadie hubiera creído mis fantásticas historias y encuentros. Aún la luna de mi incursión al secreto mundo plenilunar me dijo que todo ocurría mientras soñaba. Hubiera sido creíble tal teoría. Pero ¿qué hacían aquellas conchas de mar, de plata y de turquesas en mi lecho al amanecer? Y aún más ¿Qué hacían aquellas sombras de gigantes en la aurora? La misma rubia aurora que seguí describiéndo en versos: “Un día encontré tus pasos en la arena. Ibas descalza como andan las sirenas, los Nautilos del mar y los Tritones. Y así encontré el rastro de tu andar. Ibas dejando rosas en la arena al caminar. Flores y perlas del Mare Nostrum. Quizá buscando la luz de alguna estrella en tu soñar. Di con tus huellas tras largo caminar. Mi bella ibas buscando algún lugar; desnuda como andan las ondinas de las profundas aguas. Que vuelven en mis sueños, a decirme al oído versos de sal y lejanía. Junto a tus pasos que se van, como se van los barcos de papel y los seres del mar. Tritones. (I)
SIRENAS, ANFIBIOS Y TRITONES DEL MAR PLENILUNAR
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