En sus últimos momentos de vida Rhada se abrazó a Moro con dulzura, diciéndole: “Soy sólo otro canario, muriendo entre tus brazos o en el vuelo azul-turquesa de la tarde iluminada. Devuélveme a la vida como lo hiciste ayer con mi pájaro cantor. Cuando -yerto en su jaula- lo hiciste renacer con su viajero cantar. El juego de amarnos no termina, aunque –como el marino de trapo y sin estrella— comience hoy mi largo viaje a las lejanas Azores de la mar.” “¿No siempre te gustó jugar a enamorados –agregó— a pesar de que aquel juego destruido tan sólo queden risas y cenizas? ¡Devuélvele la vida al último canario de tu magia de amor!” El niño de ayer confesó la verdad del ave canora rediviva: “Fue sólo una artimaña de amor, cuando lo sustituí por un nuevo gorrión. Ya no puedo revivir pájaros cantores –dijo Moro con lágrimas en sus ojos. De hacerlo se irían volando de nuevo hacia el azul añil del dulce imposible”. Y es que las magias que hiciera Moro cuando niño sólo fueron ilusión. Además ya no asombraban al niño destino. Aunque fueran para revivir -ya no un canario- sino a un amor lejano que disipaba el tiempo, llevando su encanto y cantar. (XIII) de: “El Juego de la Vida y la Vida en un Juego”©C.Balaguer
EL ÚLTIMO CANARIO DE LA MAGIA DE AMOR
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