La separación de los amantes de esta leyenda del juego de amar era definitiva. Los actores sólo volvieron a estar juntos años después cuando una tarde que la lluvia, el frío y la soledad resfrió a Rhada, dándole pulmonía. Moro fue a su cuarto donde reposaba entre penumbras -con las cortinas cerradas del sol y de la vida. “Estás muy enferma –dijo él. Y -a pesar del tiempo y del olvido- te sigo amando como la primera vez”. Besó su rostro de gardenia, acariciando su cabellera blanca ya sin fulgor. Sin embargo, un resplandor lejano en la mirada de ella reflejaba la misma juventud de ayer y del amor. Escucharon un rumor de risas en la espesura del traspatio de aquel tiempo perdido; la sirena de un barco que zarpaba; un estrellarse de olas sobre el risco, alumbrado por el resplandor de una luna de juguete. Moro recogió del suelo las briznas del marino de trapo y las puso en las manos de Rhada. Se abrazaron febriles, queriendo –inútilmente— fundirse en un solo mar. Finalmente ambos se borrarían en las efímeras páginas del tiempo. El Hado que suele escribir historias humanas -dulces y fugaces- para después borrarlas con su misma mano creadora. (XII) de: “El Juego de la Vida y la Vida en un Juego”©C.Balaguer
PÁGINAS BORRADAS DEL TIEMPO Y DEL AMOR
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