Más de lo valioso que llevas es lo que dejas en el sendero de la existencia: flores, sueños, obras y promesas. Diríamos que al final no somos dueños ni del ayer ni del mañana; ni de lo cierto e incierto; ni de lo nuestro o ajeno. Sino tan sólo de este maravilloso instante de la vida que nos dio la Creación, ya divina o cuántico-universal. Drama escénico donde -actores de nuestro destino y de nosotros mismos- no llegamos poseer a perpetuidad ni el tiempo ni esplendor del instante, la gloria, el oro, el amor, la rosa, el arcoiris… De toda grandeza, gloria, riqueza y esplendor, sólo quedan cenizas en el desierto profundo de la Historia. Sobre el mismo tema, el santo padre Francisco I expresó en una ocasión desde el balcón de El Vaticano en Roma: “Nunca he visto un camión de mudanzas detrás de un funeral.” En nuestro viaje por el “Kala Chacra” (“Rueda del Tiempo”, en lengua sánscrita) lo que nos llevamos de la escena maravillosa, es, pues, lo que dejamos en el sendero recorrido. Talvez un lejano cantar en la voz del viento estelar o en el alma de quienes nos amaron. El perfume sutil de eternidad en el rosal que plantamos o unas cuantas confesiones escritas en el lienzo de la vida.
Más de lo valioso que te llevas es lo que dejas en el sendero
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