Ocurriría en los principios del mundo. Ya en la Creación imaginaria del Divino Autor o del humano escritor de fábulas. He aquí nuestra leyenda: Durante un largo viaje un ángel mensajero se hirió de un ala, quedando varado en los desfiladeros. Truncado del vuelo aquel se puso a llorar. Entonces -por magia celeste- sus lágrimas se hicieron lluvia. La lluvia se hizo río que -brotando en los montes- se hizo milagro. Sus aguas se fueron cuesta abajo y formaron un lago. El agua del piélago se evaporó y surgieron nubes… ¡Nubes de dorado atardecer y brillantes amaneceres de la vida! “Antes de llorar -dijo el ángel- no había lluvia, ni río, ni lago, celajes, ni rosas sobre el valle.” Tiró un puñado de lágrimas al cielo y surgieron estrellas. “Padre –dijo a Dios. Yo que renegué de mi ala herida no pude comprender que con ello estaba siendo instrumento de tu obra creadora. A través de mi tristeza creaste una lluvia, un río, nubes viajeras y un celeste lago de libertad y esperanza. ¡Y hasta estrellas luminosas en la noche de la vida! Otra vez que pase dura prueba, soportaré la pena con dulzura –agregó al Gran Espíritu. Pueda ser que entonces necesites nuevamente de mis lágrimas, a fin de crear el sueño de un mundo mejor…” (de “Fábulas sin Tiempo”)
Fábula de “El ángel del ala herida”
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