Es la vida que se va en el tren que se pierde o es el tren que se va y se pierde en la vida. Viendo hacia el ayer borrado o hacia el mañana incierto, lloramos de felicidad o reímos de dolor. Es la felicidad que llora o es el dolor que ríe cuando pasan de largo. Y allá quedamos sin luz, esperando fantasmas. El pasado y porvenir, el amor, la soledad y la honda lejanía son tan sólo visiones. Mascarones de niebla que ríen o que lloran; que duermen o nos dicen ¡adiós, adiós, adiós...! Hace ya mucho tiempo que nos fuimos de aquí. Pues no existe ni el irse ni el quedar en un lugar. Sin poder encontrar algún rostro que te espere... ¡Vete entonces hacia allá donde puedas existir! La vida hace pasar el tiempo y el tiempo hace pasar la vida. El amor es pasajero de un tranvía de hojalata que se cruza en los abismos del tiempo y de la memoria. “¿Quién eres?” se nos pregunta allá en la boletería. “Yo soy la muerte y la vida -acaso responderemos. Vengo de vivir la vida y de morir la muerte. He visto a tantos quedar atrás sin risa y mañana. Heridos por una bala o por algún adiós”. Alguna noche de paso, se escucharía a lo lejos, una triste melodía. Amaneció la luna cuando el viajero se fue en el vagón de las seis. Era el amor ausente, silbando como algún tren que nos dice ¡adiós! ¡adiós! De lejos cuando la vida hace pasar el amor. O quizá cuando el amor hace pasar la vida”. (XL) (“Los Diez Días de la Flor de la Vida” ©C.Balaguer)
La vida hace pasar el tiempo y el tiempo hace pasar la vida
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