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Hongos, mandriles y avestruces

Lo importante no es en qué se va uno a convertir: mandril o avestruz, sino el implacable determinismo que obliga a dejar de ser humano y perder las “rebeldías y resistencias”, y por lo mismo, la capacidad de disentir; para entregarse con armas y bagaje a quienes deciden pensar por uno, sentir por uno.

Por Carlos Mayora Re
Ingeniero @carlosmayorare

He encontrado un cuento muy sugerente entre las páginas del periódico panameño La Estrella. El autor es David Robinson y el cuento se titula “De mandriles y avestruces”. Como se verá, con una fina y perspicaz prosa, el autor hace un retrato figurado de algo que está pasando en nuestras sociedades. No toma parte, y como buen contador de cuentos, deja que cada uno concluya el relato. Lo transcribo:

“Los hongos inundaron la ciudad. Hay pocos hombres y mujeres que aún resisten la tentación de probarlos. Aquel que los ingiere se transforma en mandril de vivos colores faciales y hocico repleto de puntiagudos dientes. Ellos, los mandriles y sus colmillos, amenazan a quienes no consumen hongos, y desgarran las carnes de aquellos que osan pisotearlos. Los neutros, que ni los comen ni los aplastan, más temprano que tarde, se convierten en avestruces. Ellos, los avestruces y sus plumas, son felices; solo les basta mirar a otro lado cuando los mandriles mastican a un hombre o a una mujer. Por lo general tienen la costumbre de mudarse en cuanto los hongos comienzan a crecer en sus casas. Ellos y ellas, los hombres y las mujeres, sus rebeldías y sus resistencias, son una especie en extinción. No me agrada la crueldad de los mandriles ni la forma como ellos, los hongos y sus esporas, crecen sobre toda superficie, incluyendo las flores y los libros. Hace un par de noches brotó una enorme seta sobre mi almohada favorita. Mi primer impulso fue cambiar la ropa de cama y quemarla con todo y la invasora, pero me percaté de que un mandril me observaba por el ventanuco. Para disimular acaricié el hongo. Era sedoso y su blancura extenuaba mi vista. Tenía un olor algo dulzón y no muy perceptible e imaginé que su sabor debía ser estupendo. Pero no lo probé. Busqué una frazada y caminé hasta el sofá de la sala. Dormí de lo mejor. A la mañana siguiente, me fue imposible cepillarme los dientes con mis recién estrenadas alas. Me acicalé las plumas con mi monumental pico y me mudé de barrio. No pude ponerme las zapatillas”.

Varias ideas llaman la atención, como por eljemplo el modo como los humanos-convertidos-en-mandriles resultan en “guardianes de los hongos”, y promotores impositivos de su consumo para los demás.

 Una figura que retrata bastante bien el fanatismo ideológico, político, moral, que se instala en algunos y que les impide darse cuenta no solo de lo que les está pasando, de cómo las ideas han cambiado su cosmovisión, sino la obligación casi moral de arrastrar a los demás a su nueva condición… ¿Mal de muchos…? ¿Incapacidad para darse cuenta que ingiriendo “los hongos” han perdido no solo su dignidad, sino, principalmente, su humanidad (¿su libertad?)?  Todo cabe.

No me aclaro del todo y por eso, precisamente, me ha encantado el cuento.

Por otro lado, están los avestruces: pacíficos evasores de conflictos. Uno podría pensar que es preferible convertirse en avestruz que en mandril: ¡falso dilema!

Lo importante no es en qué se va uno a convertir: mandril o avestruz, sino el implacable determinismo que obliga a dejar de ser humano y perder las “rebeldías y resistencias”, y por lo mismo, la capacidad de disentir; para entregarse con armas y bagaje a quienes deciden pensar por uno, sentir por uno. A insertarse en un mainstream cultural que castiga con la destrucción a quien no se sume a la corriente. O, en el mejor de los casos, condena al ostracismo a quienes prefieran ignorar las ideas/creencias/valores/dogmas al uso.

El cuento de marras tiene su miga. Presenta sugerencias, insinuaciones, atisbos de lo que significa vivir en una sociedad intervenida por los medios, en la que se corre el riesgo de terminar enredado en las mallas de las redes sociales o, simplemente, del sentimiento/emoción de moda.

Ingeniero/@carlosmayore

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