“Partir es un querer volver a casa y al dorado espejismo del olvidado anhelo -escribía el viajero. Estando allá verás el lila resplandor de tu misma añoranza y la cara fugaz de los años que pasan. Las lágrimas de hielo en el rostro del tiempo y las nubes viajeras de la locomotora. Solo, cual estrella del profundo universo, algunos te verán quizá resplandecer en los cielos lejanos. El fantasma de un tiempo de rosas me esperaba el día de mi regreso. `Has vuelto -dijo al verme- sin premios ni medallas en tus manos vacías. Al fin hubieran sido tan sólo unos papeles firmados por espectros de cera y de penumbra.´ Después no dijo nada. Recogió su maleta y se fue caminando por los grises pasillos de la estación de trenes. A veces yo me voy -y en otras no lo sé- perdiéndome en las siete distantes estaciones del tren y de la vida. Volver siempre un suspiro o un dolor escondido. Volver con los cabellos nevados de la ausencia. Volver sin más distancia de lo que ayer perdiste. Ayer cuando te fuiste buscando tierra extraña. Volver para encontrar lo que quedara vivo del tiempo y del azar; del mundo y del amor. ¡Volver sobre tus pasos! Partir, volver a casa y algún tiempo mejor.” (XXXIII) (“Los Diez Días de la Flor de la Vida” ©C.Balaguer)
Partir, volver a casa
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