“Pasajero” nos dice “que pasa”, “que transcurre” en las 7 estaciones del año de la vida. Allá donde nosotros -errantes pasajeros del tiempo y del tranvía- también vamos de largo en nuestro viaje infinito: el viaje del pasado, del hoy y del mañana; del nunca y del después. Actores de algún drama escrito por el Hado celeste de la suerte. En el cual hay que actuar nuestro papel escénico, escapar o quedarse en un lugar. “Un día regresé de hondas lejanías y ya no era el mismo de aquel que un día se fue -escribió el viajero en su libro de notas. La máscara del tiempo cubría mis facciones. Aquella que reía de gozo y de nostalgia; la misma que dormía quizá en otra vida y al despertar buscaba su luz en las ventanas. O acaso en la sonrisa de la amante imaginada. Volví alguna mañana y encontré vacía la estación ferroviaria. Allá no había nadie, esperando en la vida. Sólo la gris visión de la ausencia desnuda que aguardaba. La misma que al llegar sonrió con una mueca fantasma y desleída”. “Has vuelto pasajero -dijo con ironía. Así toca vivir. ¡Pasar… pasar… pasar! Dejar que alguien se vaya para que otro regrese, preguntando al vacío dónde quedaron aquellos que dejara el adiós.” Mas sólo hay soledad y un eco de sirenas. Allá en las estaciones del año de la vida. (XXXII) (“Los Diez Días de la Flor de la Vida” ©C.Balaguer)
Las 7 estaciones de la vida
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