“¿Quién eres? –pregunté a la gris locomotora. Porque en aquel entonces -y en las fábulas de un viaje- trenes y locomotoras podían hablar. De la misma manera que nos hablan las sombras, los pájaros, los ríos, los muros, las nubes y montañas. ¡La vida misma!” “Soy el viajero destino, cansado en el ocaso –respondió el animal de hierro y lejanías. Hace años, muchos años, que ya dejé de andar por pueblos y montañas y valles sin final. Recorriendo caminos fui aquel que lleva y trae del viaje de la vida y su odisea. Transportando carbón, valores, mercancías y a los muchos viajeros de la existencia misma. Después de tanto andar uní destinos, vidas y también amores. Tantas veces les vi decir `adiós´ o `te esperaba´. Rompí al pasar lazos de amor y juramentos. Mi voz hirió el silencio del tiempo y de las vías, cruzando por igual noches sombrías y luz de amaneceres. No me pidas partir o de volver. Igual que muchos más no tengo a dónde ir ni a dónde regresar. Sólo puedo contarte mil historias que borraron ayer las curvas del camino. Cuentos de humo y espejismo, porque el ayer se borra o se esfuma en el aire. Con luz y con perfumes, si se convierte en sueño el dulce porvenir.” Después calló el celeste espíritu de la locomotora. Y dijo sin decir antes mi nombre. Quizá porque no olvidan quién vino o quién se va. Sin irse se marchó después de allá. Como se van los años que luego tornarán. Acaso detenidos. Acaso desleídos. Quizá dormidos. (XXVIII) (“Los Diez Días de la Flor de la Vida” ©C.Balaguer)
El espíritu de la locomotora
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