El recordado amigo y anacoreta Julio Cano, estudioso anónimo de la “khabalah” egipcia y de las ciencias herméticas, resultó además ser “radiestésico” y “fuentero”. Fue contratado algunas veces para encontrar agua en terrenos rurales. ¿La encontraría en sus manantiales internos ? Sus instrumentos principales eran: dos varillas de cobre y su misterioso péndulo, que era una suerte de plomada de masón o de albañil. Además de sus estudios gnósticos, como dije antes, practicaba la llamada “radioestesia” que es el estudio de las vertientes de agua del subsuelo y de pozos minerales. Además de lograr la facultad de percibir las radiaciones electromagnéticas del planeta. Así, con su equipo de varilleros y fuenteros, el busca-fuentes lograba dar con los nacimientos hídricos de las profundidades de la tierra. Como todo idealista filósofo, gnóstico y teurgo, descubriendo el agua de esta sedienta civilización. Aún en la actualidad, existen unos pocos ejemplares de este virtual y antiguo oficio: varilleros de fuentes escondidas, buscando el perdido raudal de agua fresca en lo profundo de la existencia. Mientras gran parte del mundo buscaba afanado las fuentes de oro, del petróleo, el poder o la gloria- mi recordado amigo teurgo y varillero, andará tras la fuente de sus sueños más allá de las estrellas. Al igual que él muchos -viendo al fondo de nuestro corazón- descubriremos que dicho manantial siempre estuvo y estará allí. (In memoriam).
Recordando al varillero de fuentes escondidas
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