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¿Por qué el carro de mi hija tiende al desorden?

Cada día es preciso volver a poner las cosas en su lugar. Lo que sí nos debiera llenar de asombro es que las cosas -y los problemas- se arreglen y resuelvan solos, esto se debe a que, en el Universo, los sistemas aislados tienden de forma espontánea a emplear la mínima energía y, por tanto, a generar el máximo desorden que se deriva de ausencia de la cantidad de energía necesaria para mantenerlos en orden: es lo que llamamos “entropía”.

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

Habiéndose convertido en una universitaria, con mucho esfuerzo le compré un carro a mi hija para que pudiera movilizarse de forma más eficiente a la Universidad y a sus diversas actividades extracurriculares. Su carro es su reino, por tanto, pocas son las veces que me asomo por dentro. Pero fue en una de esas que lo tuve que mover de lugar, que entré en su interior. Esta es la historia.

Su interior estaba convertido en una zona de guerra. Parecía que había explotado una granada de calcetines (todos sin el correspondiente par), bolsas de comida rápida, libros y cuadernos. Misteriosos lapiceros sin capucha y sin tinta; todo coronado con un brownie de aspecto antiquísimo, casi una reliquia. El cual puse delicadamente en una bolsa estéril para hacerle una prueba de Carbono-14 y así poder determinar su antigüedad. Todo, en conjunto, daba la impresión de que una manada de Bonobos hubiera hecho adentro su confortable hogar.

Tan impresionado quedé, que empecé a cavilar sobre la vida misma y su tendencia al desorden. Para defensa de mi hija, debo decir que el desorden es lo natural (dado que es lo que menos energía requiere), lo que no es natural es el orden (ya que para que algo se mantenga ordenado se requiere un gasto considerable de energía). Para comprenderlo fácilmente pensemos en tu casa ¿está ordenada? Eso no es lo natural. Aunque los jóvenes no lo crean, alguien se tuvo que esforzar por que las cosas estuviesen en orden: el piso no se barre y trapea solo; los platos no se lavan, secan y colocan en el estante por arte de magia; el estado natural de los vidrios no es transparentes y sin polvo. Lo natural es que todo tienda a desordenarse: desde tu cama hasta la ciudad.

Cada día es preciso volver a poner las cosas en su lugar. Lo que sí nos debiera llenar de asombro es que las cosas -y los problemas- se arreglen y resuelvan solos, esto se debe a que, en el Universo, los sistemas aislados tienden de forma espontánea a emplear la mínima energía y, por tanto, a generar el máximo desorden que se deriva de ausencia de la cantidad de energía necesaria para mantenerlos en orden: es lo que llamamos “entropía”.

Resulta interesante conocer que la entropía en el Universo siempre va en aumento, lo sabemos porque de esa afirmación se desprende el Segundo Principio de la Termodinámica: si la energía total del Universo nunca cambia (ni se crea ni se destruye, solo se transforma), la entropía, es decir, su tendencia al desorden siempre crece ¿Por qué? Porque el tiempo siempre va hacia adelante y no se puede retroceder: por ejemplo, si una copa de vino se cae al piso, se quiebra en mil pedazos -un efecto entrópico que causa desorden-, hagas lo que hagas, ese efecto no se puede deshacer. Es decir, la copa quedará quebrada para siempre…

Explicado lo anterior, no deja de ser curioso que la vida misma es un reto a la entropía. El cuerpo de un colibrí, una musaraña o de un ser humano, son entidades completamente alejados al concepto de “desorden”, de hecho, son todo lo contrario, funcionamos en perfecto orden y armonía con nosotros mismos y con lo que nos rodea… pero ello requiere inmensas cantidades de energía. Por tanto, nuestros cuerpos resisten la tendencia a la destrucción ingiriendo, al menos, mil quinientas calorías al día. Sin esa energía, nuestros cuerpos tenderían al desorden y, por tanto, a la destrucción, algo que poéticamente hemos llamado: muerte.

De igual forma que ocurre con nuestros cuerpos al morir, que pasan de 26.5 grados a 0 grados cuando dejamos de funcionar… la entropía del Universo tiende a equilibrar la energía, por tanto, la energía del Universo, gradualmente, durante miles de millones de años, tendrá a equilibrarse en cero. Las estrellas y los soles dejarán de brillar y todo tipo vida, gradualmente, se extinguirá. Los profetas lo han llamado Apocalipsis, los físicos lo llaman el completo cumplimiento de la Segunda Ley de la Termodinámica.

Para mientras, sigo tratando que mi hija invierta parte de la envidiable energía que despliega en hacer las cosas que le gustan, en luchar contra la entropía reinante en su carro. ¿Quién sabe? Quizás algún día lo pueda lograr.

Abogado, Master en leyes/@MaxMojica

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