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Los tres monos sabios, el silencio de Aristóteles y

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Por Carlos Balaguer |

Según Aristóteles -filósofo griego de Estagira- “La mejor forma de no ser criticado es: no decir nada, no hacer nada, no ser nadie.” Pero la realización existencial humana es precisamente ¡Ser! Aunque ello nos cueste críticas, celos, rechazo y -en el peor de los casos- enemistades gratuitas. “En boca cerrada no entra mosca”-dice la vox populi. Lo triste de ello es que no sale a luz la verdad de la vida ni la belleza del arte y la palabra, así como del sagrado derecho de la libertad de expresión. La iglesia adventista de la fe Bahai recomienda no polemizar sobre sexo, política ni religión, para evitar discordias o rechazo. El conocido lema usado por las pandillas del crimen urbano: “Ver, oír y callar” nos recuerda la “Leyenda de los tres monos sabios” del santuario de Toshogu, en el pueblo montañés de Nikko, al norte de Tokio. Los tres monos sabios de la ancestral escultura de 1636 son: “Kikazaru” (el mono que no oye y cubre sus oídos); “Iwazaru”, (el que no habla y tapa su boca) y “Mizaru”, (el que no ve y cubre sus ojos con las manos). Según la tradición, los legendarios simios representan tres criaturas enviadas por los dioses como mensajeros. Se cree que el axioma de los sabios simios proviene de un proverbio de Confucio -filósofo chino del confucionismo- que reza: “No ver el mal, no escuchar el mal y no decir el mal.” O sea ¡No existir! .

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Filosofía Opinión

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