No basta con tener amor para ser feliz completamente. La plena felicidad es darlo. La miel es el milagro del panal. El amor, la miel del milagro. No obstante, el ánfora repleta de miel rebasa, perdiendo su contenido y pureza. El cáliz, pues, es tu corazón y el amor su miel. Al no darlo éste se echa a perder. Luego en soledad rompes en llanto. Entonces no basta con amar. Hay que dar su dulzura al ser amado, al mundo y sus criaturas; al amanecer, a los montes y a la vida. Debemos ofrendar el néctar de las colmenas de nuestro ser interior. Todas las civilizaciones han sido adictas a la miel de abeja. Se consumen, por ejemplo, más de 22.000 toneladas de miel en el Reino Unido cada año, donde hay unos 40.000 apicultores. La abeja reina en las colmenas lo es por un año o dos. Luego son sistemáticamente sacrificadas cada dos años porque -tras ese periodo de tiempo- su capacidad de producción decrece, de modo que la colmena entera se vuelve improductiva y no rentable. Renovemos, pues, nuestro apiario interior y aprendamos de las abejas. Ofrendemos al mundo sin distingo la miel del cáliz de la existencia.
La miel del panal y del corazón humano
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