Las flores fototróficas (que se mueven y buscan la luz solar) nos envían el mensaje de siempre buscar la luz primordial de la vida. Las almas inmersas en las sombras marchitan sin poder florecer. “Haz como el girasol: Mantén tu cara al sol y no verás las sombras”, escribe Hellen Keller. Aunque lleguen días borrascosos no desalientes, nos dice Natura. Ningún nubarrón puede apagar el sol. Los nubarrones son como las adversidades: ocultan el sol, pero éste sigue brillando por sobre ellas. Nada puede apagar el astro esplendoroso en las constelaciones de tu espíritu. “Si numeres anno sole et nubila toto, invenies nitidum saepius ecce diem” (Si cuentas los días claros y los días nublados, verás que han sido más los días luminosos) decían los sabios griegos de la antigüedad. Aunque su gloria atardeciera tras los nubarrones de la Historia, la luz de sus palabras sigue viva hasta nuestro tiempo de adagios y revelaciones. “Para ver el arcoíris debemos pasar por la tormenta”, reza el axioma. El prisma celeste nos hace ver los siete colores del iris solar. Al igual, toda adversidad —y aún las lágrimas—nos hacen ver más claro los colores de la vida. Afinar nuestro “darsham” (visión de la vida y la divinidad) nos permite atravesar el velo de la ignorancia, del infortunio y la confusión. ¡Que el girasol de tu ser busque siempre la infinita luz del amor! .
El girasol de tu ser buscando la estrella
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