Solemos designar un espacio en nuestro diario devenir de solaz y de compartimiento amistoso, familiar o laboral, acompañados de un cálido y aromoso té. Mismo que solemos llamar coloquialmente como la “hora del té”. Pero el otro espacio de acercamiento humano debiera ser la “hora del “te” sin tilde. Momento que la Humanidad debe agendar en su diario devenir con frases como: “Te amo”… dirigida al ser amado, la cual solemos olvidar en la diaria rutina; “Te extraño”… al ser querido que está lejos; “Te perdono”… a quien un mal entendido u ofensa nos ha alejado; “Te admiro”… a quien pocas veces hemos expresado nuestra admiración; “Te necesito”… a la persona que emocional o sentimentalmente nos llena y complementa; “Te respeto”; “Te debo mucho” a quien nos ha brindado mucho espiritual o materialmente; “Te agradezco” ya la amistad o los favores recibidos; “Te cuidaré” al compañero de viaje, de vida o convivencia… En fin, tanto “la hora del té” como “la hora del te…” deben formar parte de nuestra expresión humana cada momento de solaz, concordia, compartimiento o intimidad. Ello dentro de la gramática moral y espiritual de la filosofía del buen vivir. ¡Feliz disfrute de las horas del aromoso “té” y del espiritual “te”!
La hora del “té” como infusión y el “te” como pronombre personal
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