La lejana ciudad tiene una particular prohibición: nadie puede ser enterrado ahí. Longyearbyen, capital del archipiélago de las Svalbard, es la ciudad norteña más poblada del planeta y se encuentra situada en la isla principal, Spitsbergen, a unos 1.500 kilómetros del Polo Norte. En el invierno las temperaturas pueden caer a 50 grados centígrados bajo cero. Podría ser una típica ciudad polar o una enigmática población de la tierra, pero su extraño mandato municipal de no ser enterrado allí la vuelve –sin lugar a dudas—en el único lugar del planeta donde está prohibido morir.
“Florece donde seas plantado” dice la tradición. Y en efecto, el mismo sol hace florecer la llanura y surgir al ser humano sobre la tierra. Luego el mismo astro que nos creó nos hace marchitar como a los lirios de la planicie. Al final no importa de dónde somos o en dónde hemos nacido. Emigrante, nómada o sedentario, el humano no elige fecha ni sitio donde nacer y morir. En casos especiales, algunos que van a morir, deciden dónde. En la mayoría de casos suele ser el pueblo natal. Como ocurre en los montes lejanos a donde tornan las águilas al final de la vida. Prohibido pues: morir en vida, morir en el amor y en el sueño de Longyearbyen. <palabrasbalaguer.facebook.com>