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Despacio…

No hay tiempo para pensar en el bienestar ni el bienser; no hay tiempo para disfrutar la naturaleza, ni los paisajes o los buenos momentos del viaje; ni siquiera disfrutamos los problemas y circunstancias adversas que le aportan tonalidad a nuestra vida. Dicen los viajeros que la aventura comienza cuando los problemas suceden, y siempre recordaremos los malos ratos y cómo solucionamos, resolvimos o sobrevivimos los escollos del viaje o de la vida.

Por Óscar Picardo Joao

La obra de Konstantino Kavafis (1863-1933) es madura, exigente, grecolatina, pensada y desarrollada hasta la perfección (algunos poemas fueron elaborados por espacio de diez años); su edición canónica consta de ciento cincuenta y cuatro poemas que consideró acabados. Uno de estos poemas se titula “Ítaca”…

El poema “Ítaca” de Konstantino Kavafis es una invitación a recuperar la calma y a ir despacio; nos habla sobre la importancia de disfrutar el camino, cualquier tipo de camino, y no sólo añorar el destino; una metáfora que puede extenderse a muchos procesos de nuestra vida.

El poema inicia así: “Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo”, y uno de sus versos más emblemáticos anota: 

“Ten siempre a Ítaca en tu mente.

Llegar allí es tu destino.

Mas no apresures nunca el viaje.

Mejor que dure muchos años

y atracar, viejo ya, en la isla,

enriquecido de cuanto ganaste en el camino

sin aguantar a que Ítaca te enriquezca”.

Hoy vivimos en una sociedad vertiginosa y veloz; la transformación digital acabó con nuestra paciencia. La inmediatez de Twitter socava el periodismo y la crónica pausada, la que es “cocinada a fuego” lento para definir y delimitar bien la verdad, fundamentada con hechos, evidencia y buenas fuentes.

La prensa escrita, que ensambla el mosaico de hechos, ordenados y dosificados, para que al día siguiente tenga la foto perfecta del ayer, está en crisis. Las redes sociales ocasionan el Spoiler y todo pierde sentido; aunque luego a escondidas vayamos a las páginas del periódico a masticar y rumiar la verdad, con calma.

Para colmo de males hay mucho tráfico y burocracias que nos roban el tiempo y aceleran la ansiedad cotidiana. Son los contrastes del tercermundismo asolapado; pero igual intentamos ir de prisa, no perder tiempo y satisfacer mis necesidades al momento, al instante, ya…

No hay tiempo de leer, no hay espacio para los libros; todo está en Google y en las redes sociales, y por si fuera poco aparece la Inteligencia Artificial, que piensa y crea por nuestro estresado y cansado cerebro.

Pero los ritmos y la geometría funcional de nuestras asambleas de neuronas se resisten; intentan pensar, criticar y cuestionar, aunque poco a poco se acostumbran en su plasticidad a la pereza y a la inmediatez de nuestro medioambiente.

¿Para que pensar, crear o diseñar…? si en el primer mundo ya está todo resuelto. Así actúan nuestros cerebros agobiados y conformistas del tercer mundo. Sólo conocemos, pero no comprendemos ni aplicamos lo que sabemos, y así se crea la divisoria entre el desarrollo y el subdesarrollo.

Caminamos rápido hacia el consumismo, necesitamos comprar, tener las últimas versiones y ediciones de todo lo posible, sin detenernos a pensar sobre su utilidad o sobre los procesos que hay detrás de los productos.

Y esta velocidad perversa y pragmática, agota y afecta la reflexión, el diálogo calmado, las ideas, lo ético, las buenas tradiciones, la base de nuestra cultura, el idioma, la comunicación, los valores y hasta la buena caligrafía o las habilidades gramaticales de redactar.

El teléfono móvil es la panacea de todo, ahí está el pasaporte a la velocidad y la inmediatez; posee todos los salvoconductos y todas soluciones; hasta resulta ser el nuevo amigo tecnológico contra la soledad y el aburrimiento. Podemos pasar horas Scrolleando, consumiendo videos, imágenes, y fake news. Mientras es neurotransmisor mágico llamado Dopamina libera todas las sensaciones de emotividad y afectividad sin necesidad de nadie.

La velocidad también es amiga del individualismo y del egoísmo…; los modelos matemáticos indican que las conductas grupales son menos eficientes que las individuales; el problema es que somos seres que necesitan la alteridad y que nos descubrimos en los demás, en los otros, pero ahora el teléfono móvil está sustituyendo la presencia de esos seres humanos, incluso nos podemos conectar con más gente y reforzar las pseudo amistades en las redes sociales, y hasta crear falsas o nuevas identidades. Una maravilla…

Antes, los estudios del futuro -Forecasting Studies- eran herramientas prospectivas de planificación, teníamos necesidad de anticiparnos, de ser precavidos, de preparar el porvenir. Hoy pretendemos modificar el futuro y acelerar la condiciones para ser los primeros de acceder a lo innovador y a la nuevo, ya no nos basta con vivir el presente y olvidar la historia, queremos anticiparnos y experimentar el futuro hoy.

El mundo empresarial, que guía los hilos productivos de la globalidad, no para de producir y no tiene tiempos y espacios para perder, todo debe ser ganancia; queremos más y más; y trabajamos incesantemente en una competitividad desmedida, obviado la humanidad y el humanismo. Hacer dinero, mucho dinero, tener la última tecnología, anticiparnos, ser innovadores; queremos todo y lo queremos ya.

No hay tiempo para pensar en el bienestar ni el bienser; no hay tiempo para disfrutar la naturaleza, ni los paisajes o los buenos momentos del viaje; ni siquiera disfrutamos los problemas y circunstancias adversas que le aportan tonalidad a nuestra vida. Dicen los viajeros que la aventura comienza cuando los problemas suceden, y siempre recordaremos los malos ratos y cómo solucionamos, resolvimos o sobrevivimos los escollos del viaje o de la vida.

Probablemente, el secreto de la vida sea disfrutar el paso del tiempo, y como diría Goethe: “La mayoría de las personas pasan la mayor parte de su tiempo trabajando para poder vivir, y la poca libertad que les queda los llena de tanto miedo que buscan cualquier medio para deshacerse de ella”; y sí, como diría Pepe Mujica, no puedes ir al supermercado a comprar tiempo de vida, ya que para ganar el dinero inviertes mucho tiempo, tiempo que no recuperarás y que se acaba, tiempo que dejaste de disfrutar con tus amigos, seres queridos y familia, tiempo valioso que quizá no dedicaste a tus hijos, tiempo que pasó, y ahora sólo te queda administrar el Sprint final de tus enfermedades fatales.   

“No tengas miedo de ir despacio, ten miedo solo de quedarte quieto (…) No importa lo lento que vayas mientras no te detengas…”

Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor.

Investigador Educativo/opicardo@asu.edu

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Filosofía Opinión

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