Este 29 de mayo celebramos la fiesta nacional israelí más joven, la cual conmemora la reunificación de nuestra ciudad capital, Jerusalén, en 1967, y el establecimiento del control israelí sobre la Ciudad Vieja.
Yom Yerushalaim, o el Día de Jerusalén, marca nuestro regreso de la Ciudad Vieja al corazón del pueblo, junto con el único resto del Segundo Templo, el Muro occidental, que ahora está bajo el gobierno del moderno Estado de Israel.
Jerusalén, cuyo nombre en hebreo es “Ciudad de Paz”, fue, es y será por siempre el corazón del judaísmo y la capital eterna del pueblo de Israel. Nunca, en su larga historia de 3,000 años, ha sido la capital de ninguna otra nación. En la Biblia hebrea, el nombre Jerusalén es mencionado 669 veces. Los judíos nunca dejaron Jerusalén, física o espiritualmente. Sin embargo, cabe mencionar que Jerusalén es una ciudad sagrada, no solo para el judaísmo, sino también para las dos otras religiones monoteístas: el cristianismo y el islam.
Durante 2,000 años, una pequeña comunidad judía permaneció en la Ciudad Vieja y sobrevivió a muchos gobernantes. Aún más, nosotros los judíos nunca dejamos Jerusalén espiritualmente. Seguíamos soñando con Jerusalén, rezando con la mirada puesta en Jerusalén y ascendiendo a Jerusalén. Tampoco ella nos abandonó.
A pesar de las diferentes soluciones ofrecidas al movimiento sionista, a principios del siglo XX, a fin de buscar un hogar nacional para los judíos, la mayoría se negó a aceptar otra opción que no sea Sión, es decir, Jerusalén.
El capítulo 137 del libro Salmos, declara: “Si me olvidase de ti, Jerusalén, que mi mano derecha olvide su habilidad, que mi lengua se pegue a mi paladar, si no te recordare, si no recordase a Jerusalén en mi regocijo”. Este versículo se recita al final de cada boda judía, en el momento más feliz de la vida, cuando rompemos la copa para recordar la destrucción del Gran Templo y nuestra alianza con Jerusalén. Así de profunda es la conexión.
En la actualidad, Jerusalén es una ciudad dinámica, con una cultura vibrante (en la ciudad hay más de sesenta museos, y los turistas que la visitan disfrutan de 30 festivales culturales anuales), llena de energía, mucha naturaleza y, simplemente hermosa. Una ciudad con plena libertad de credo, democracia, instituciones académicas, un sistema judicial, innovación, turismo, coexistencia, política y más. Tiene una población de casi un millón de ciudadanos, entre ellos judíos, árabes, cristianos, musulmanes, etíopes, armenios, rusos, palestinos, coptos, griegos y más. Probablemente, más que cualquier otra ciudad, Jerusalén, como la Ciudad de Dios, permite esta maravillosa coexistencia.
Les invito a todos a visitar nuestra capital Jerusalén, la ciudad en la cual nací y crecí, y la ciudad en donde miles de años de gloriosa historia se entrelazan con la vida moderna.
Embajador de Israel.