La Transfiguración es uno de los más asombrosos milagros de Jesús en los Evangelios. Este milagro es único en tanto le sucede a Jesús mismo. Tomás de Aquino consideraba que la Transfiguración era “el mayor milagro” en el sentido de que complementaba el Bautismo y mostraba la perfección de la vida en el cielo.
La Transfiguración, la transformación de Cristo en el Tabor y la exposición de Su gloria a los discípulos, es uno de los cinco hitos principales en la narrativa del evangelio de la vida de Jesús; los otros son su Bautismo, Crucifixión, Resurrección y Ascensión.
En 2002, el papa Juan Pablo II introdujo los Misterios Luminosos en el Rosario, que incluyen la Transfiguración. Este día se conmemora la Transfiguración; sin embargo, el espíritu que prevalece en el país no es de vivir la Transfiguración, sino que la diversión sea para nosotros el eslabón perdido.
Somos en apariencia uno de los países más religiosos del mundo, tanto católicos como evangélicos llenan iglesias y capillas mientras no haya algo que sea más importante; sin embargo, en este momento las personas preparan sus maletas para agarrar a donde sea, menos a vivir días de fervor y muchísimo menos a vivir la transfiguración personal.
Muchos preparan boletos aéreos o alistan sus lanchas; otros se alistan en la excursión de la colonia y en estos oscuros momentos que atraviesa nuestra nación debemos revisar qué, cómo, por qué, dónde y cuándo.
Debemos preguntarnos qué es la Transfiguración en mi vida, si realmente mi vida es un paseo por la iglesia o ella pasa y transfigura mi vida, cómo es que recibo y vivo la Transfiguración, si todo es un simple rito o realmente pienso por un momento que a cada detenido injustamente se le está crucificando como a Jesús; por qué debo buscar y anhelar que mi vida sea transfigurada, siquiera por un momento debo imitar a Cristo y recapacitar si mi espiritualidad y religiosidad las busco en lo profundo del amor de Jesús o apenas nado en la orilla, siempre evadiendo, ¿dónde estaré cuando llegue mi transfiguración personal? ¿En comunión con Dios en mi libre albedrío llámese mar y placeres? ¿Cuándo es el momento de mi transfiguración? ¿Debo esperar más o ya estoy preparado para tal evento?
Todas las anteriores inquietudes son las que deben ser mis prioridades y no esperar tal fecha; es en el día a día que mi vida debe ser motivo de ejemplo y hacer lo que agrada a Dios, no a mí.
Lamentablemente en estos momentos los detenidos casi suman cincuenta mil personas, son la misma cantidad de familias afectadas y debemos preguntarnos ¿tanta perversidad hay en este país? ¿Nos es indiferente la tragedia humana que se vive? Y entonces, soy tan cómplice en mi silencio e indiferencia cuando nada me afecta y solamente es mi grupo el que debe importar.
Señales equivocadas de una religiosidad trastocada que es incapaz de amar a su prójimo como a uno mismo y preferimos enrumbar nuestros gozos mundanos a siquiera intentar esa transfiguración que quizá no solo debe ser personal sino que es todo un país el que está sediento del amor de Dios pues lo que vivimos, no es lo que una sociedad cristiana católica o evangélica debe aspirar sino que, sea un momento propicio para hacer un alto en el camino, para que, sea Dios el único mediador para alcanzar esa paz y amor que tanto necesitamos. Momento de reflexión. Momento de revisar lo que ocurre en nuestro país y que cese tanto odio, tantas injusticias pues si no realizamos una verdadera transfiguración personal no es a Dios a quien adoramos.
No podemos seguir así, es la introspección la que debe ser nuestra prioridad y que sea la búsqueda de Dios el mayor tesoro a encontrar. Que estos días de transfiguración no solo sea de descanso y diversión si no algo mas que nos ayude a tomar el reflejo de la transfiguración en lo que cada uno puede hacer en su metro cuadrado. En tal sentido los políticos y funcionarios de alto nivel cuanto ejemplo debería de dar y no solo ponerse en la foto del 5 y 6 de agosto pues eso no es vivir la Transfiguración.
Médico.