Mucha gente piensa que la realidad se ha salido de la teoría económica y que ésta tiene que reinventarse por todas las cosas que están pasando. Hace 14 años, mi colega en el Council on Foreign Relations, Benn Steil, y yo publicamos un libro llamado “Moneda, Mercados, y Soberanía” (Money, Markets, and Sovereignty, Yale University Press, 2009) que ganó el premio Hayek del Manhattan Institute de 2010. Viendo venir exactamente lo que está pasando ahora—la pérdida del control monetario y fiscal, una crisis de inflación mundial, el surgimiento de lo que nosotros llamamos en el libro la e-money (lo que ahora se llaman stable cryptos) y la venta de los dólares para comprar otras monedas— escribimos el libro para alertar sobre estos peligros que, como demostrábamos en el texto, se veían venir claramente, todo dentro de la aplicación competente de las clásicas teorías económicas.
Después de discutir estos problemas en detalle, terminamos el libro con un resumen, cuyo último párrafo dice así:
“La mejor esperanza para salvar la globalización financiera, entonces, es un marco estatutario renovado para la Reserva Federal, uno que reconozca explícitamente el papel global del dólar y la dependencia de la economía estadounidense de la confianza extranjera en él. Esto sin duda sería un comportamiento muy diferente de la Fed cuando se enfrenta no solo al aumento de la inflación, sino también a la evidencia de la venta persistente del dólar a favor de activos monetarios alternativos, como el oro. Muchos en los Estados Unidos verán esto como un socavamiento de la soberanía monetaria de los Estados Unidos. Sin embargo, sin la confianza extranjera en un dólar que se utiliza a nivel mundial, la capacidad de la Fed para guiar las tasas de interés, controlar la inflación y contener las crisis financieras a nivel nacional se disipará hasta el punto en que su soberanía no tenga sentido. Lo que Charles de Gaulle llamó una vez el “privilegio exorbitante” de Estados Unidos, imprimir el activo de reserva mundial, es uno que Estados Unidos tendrá que hacer en el futuro mucho más para poderla sostener”.
Este párrafo resume los problemas que estamos viviendo 14 años después. En él hay una dimensión del problema que se ha puesto de moda esta semana—la posible sustitución del dólar por otras monedas como moneda de reserva—que no se ha mencionado en las noticias. ¿Cuáles serían los efectos de perder la calidad de moneda de reserva en el manejo de la política monetaria de Estados Unidos y, a través de este país, del mundo entero?
Como resultado de que el dólar sea la moneda de reserva global, la Reserva Federal (el banco central de Estados Unidos) actúa como banco central del mundo. Es decir, proporciona el medio de pago internacional, el dinero que otros países usan para pagarse entre ellos. El hecho de que el dólar sea el medio de pago entre los países fuerza a todos ellos a tener dólares para poder hacer pagos a los demás…todos los países, menos Estados Unidos, que no necesita tener dólares de reservas porque la Reserva Federal las crea. Es decir, como Canadá tiene que tener reservas de dólares de Estados Unidos para pagar cuando, por ejemplo, importa más de lo que exporta, Canadá tiene que tener una política monetaria que le asegure tener dólares en sus arcas para hacer esos pagos. Tiene que comprarle dólares a Estados Unidos haciendo su sistema financiero atractivo para que la gente lleve dólares a Canadá. Pero cuando Estados Unidos importa más que lo que le exporta a Canadá, no necesita tener que comprarle dólares a nadie para pagarle a Canadá. Simplemente, los crea y se los da. Esa diferencia es la que de Gaulle en los años setenta llamó “el privilegio exorbitante” de Estados Unidos.
De Gaulle trató de eliminarlo creando una moneda internacional que sustituyera al dólar pero no pudo por varias razones. Primero, porque los que deciden cual es la moneda internacional no son los bancos centrales sino el público en general, que siguió demandando el dólar en los pagos internacionales, porque la gente escoge la moneda que quiere usar internacionalmente basada no en propaganda o actos políticos, como Lula yendo de país en país diciendo que el dólar no debería de ser la moneda internacional. La gente lo hace basada en la seguridad que el país que emite esa moneda le da con prudencia en la creación de dinero, su sistema legal para enforzar los derechos de propiedad y su maquinaria financiera. Estados Unidos, y por tanto, el dólar, ha sido imbatible en estos tres temas por cerca de un siglo. El país que anteriormente controló los pagos del mundo, Inglaterra, es un aliado y, aunque tiene su propia moneda, intermedia muchos fondos en dólares y los protege con su sistema legal. Los dos centros financieros más grandes del mundo, Nueva York y Londres, operan con dólares. Es decir, como descubrió de Gaulle, la capacidad de usar la propia moneda no era un privilegio exorbitante que el mundo le había dado a Estados Unidos sino un puesto ganado con gran esfuerzo en varias dimensiones.
Pero se habla ahora mucho de que Estados Unidos va a perder esa posición porque esas fortalezas se están debilitando. No es probable que eso pase en el futuro inmediato. Para destronar al dólar se necesita alguien que pueda destronarlo en estas tres dimensiones. Hasta ahora, a pesar de que ha habido mucha presión política para eliminar al dólar, no hay ninguna moneda que pueda realísticamente retar al dólar. El yuan proviene de un país que no tiene seguridad jurídica ni el aparato bancario internacional que tiene el dólar, y no ha tenido una historia muy promisoria en el manejo de su creación de moneda. Además, tiene controles de capital, que establecen límites de cuando puede usted sacar los yuanes de China o cambiarlos por otras monedas. Los rublos son peores.
Sólo hay una cosa que puede destruir al dólar. Es el divisionismo que ha tomado control de Estados Unidos de tal forma que ahora a los partidos políticos no parece importarles hundir al país con tal de ganar una elección o humillar al partido rival. Esto puede pasar en junio, cuando, si los republicanos no aumentan el límite de deuda que tiene el país por ley, Estados Unidos caerá en impago en sus deudas y causará un desorden jurídico y económico que puede causar daños muy graves a la economía mundial. No destronaría al dólar en el sentido de que las transacciones se realizarían con otras monedas, pero sí subirían fuertemente las tasas de interés y amenazaría más fuertemente con causar una crisis mundial en todas las monedas.
Ojalá que haya sentido común en la solución de este problema. Si Estados Unidos perdiera la capacidad de dar moneda para la conducción del comercio internacional, éste colapsaría en todo el mundo, destrozando la economía global. Esto no va a pasar. La misma lógica del mercado no dejaría que pasara. Pero sí habría un desorden que podría volver peor la recesión que amenaza con venir en este año.
Máster en Economía
Northwestern University