Recién han pasado los eventos trágicos y devastadores que golpearon a una importante región de España el 29 de octubre.
Parece inverosímil que en países de Primer Mundo sucedan estos eventos donde el número de fallecidos supera las doscientas personas y más de mil desaparecidos.
Fue realmente impactante ver carros arrastrados por fuertes correntadas de agua y a los conductores o pasajeros aferrados en los techos de sus vehículos en un viaje directo a la muerte.
Los efectos aún se viven en los municipios más afectados.
Vale la pena preguntarnos ¿qué pasó? Debemos aprender de las tragedias pues ante esa situación vivida en Valencia mucho se dice en cuanto si hubo tardanza en todo, si la ayuda nunca llegó y las presas que aparentemente llevan desarrollo a una ciudad fueron las tumbas de tantísimas personas.
Pero de toda tragedia en medio del dolor, miedo, incertidumbre, incredulidad surge siempre la solidaridad.
¿Cuál es la colaboración que presta el ciudadano común? ¡Esta vez toda fueron los grandes héroes y lo siguen siendo! ¡Nadie se asusta, todos al rescate!
Y cabe mencionar que especialmente las personas más jóvenes salen ayudar a sus vecinos con lo que pueden con lo que tienen y disponen el denominador común la solidaridad con el prójimo. Por el momento, Valencia vive momentos difíciles; sin embargo, las imágenes captadas cuando una muchedumbre lanza piedras a las autoridades o las insulta e increpa me recordó tanto lo que vivimos acá para el terremoto del 2001, cuando las personas rascaban la tierra y escombros esperando aún encontrar con vida a los suyos. Esas imágenes de la tragedia sucedida en Las Colinas son algo indescriptible.
Creo que ante los desastres de la naturaleza no hay países pobres ni ricos: golpean por igual.
Así como nuestro país es abatido por la furia de la naturaleza se debe trabajar sin cesar en la prevención, organización y estar educados.
Tenemos el ejemplo de Valencia, donde en pocas horas llovió lo que regularmente llueve en un año y nadie estaba preparado, ni las personas afectadas y ni las autoridades.
Por ende, es un imperativo que cada salvadoreño colabore siendo ordenado con sacar su basura a tiempo, no ensuciar las calles y de a poco, podremos ver que se hacen grandes cosas.
Nuevamente repito, lo vivido por Valencia es una tragedia nunca vista, pero los seres humanos, los ciudadanos somos y seremos los protagonistas de llevar esa solidaridad tenemos mucho que aprender de todos estos jóvenes especialmente españoles que tomaron el estandarte de la solidaridad con los más afectados, practicar la empatía y ponernos en los zapatos del otro.
Impresionan fotos que circulan por las redes donde se observan a religiosos servir a los damnificados y aparecer “con el agua hasta el cuello”. Me lleva a reflexionar que la ayuda a otros debería ser quizá el Undécimo Mandamiento, o lo podemos resumir en “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Estamos a días de entrar en la época navideña. Veamos hacia el futuro y seamos muy precavidos en el manejo de pólvora, pues no hay Navidad feliz con nuestros hijos quemados o amputados.
Volvemos a lo mismo: la prevención comienza en casa y somos los adultos los responsables de enseñar a nuestros hijos que la prevención enseñada viene a ser un valor que se inculca a la familia.
Se entiende que muchas situaciones o la mayoría no dependen de nosotros y que si queremos evitar una tragedia como lo vivido por Valencia, debemos revisar nuestros planes de prevención.
Desde aquí mi solidaridad con la comunidad de #Valencia con lo ocurrido con este desastre natural #DANA y los mejores deseos para que pronto vuelvan a una nueva normalidad porque municipios como #Aldaia #Alfarfar #Catarroja #Chiva #Letur #Massanassa y #Paiporta no volverán ser iguales que antes del fatídico 29 de octubre.
Dios bendiga #Valencia Dios bendiga a #España y que ese ejemplo de solidaridad sea un contagio para toda la humanidad.
Médico.