En un estudio sobre la psiquis humana a efecto de que sus resultados pudiesen ser utilizados para el neuro marketing y la política, el científico social Matthew Salganik desarrolló un ejercicio estadístico a gran escala sobre las preferencias musicales, dividiendo a los participantes en dos grupos: unos, a quienes simplemente se les dio la opción de escoger lo que a su juicio eran las mejores canciones, y otro, al cual se les permitió “ver” las preferencias de los otros participantes.
Los resultados del experimento fueron que, para el primer grupo, es decir, los que tenían libertad para escoger sin ser influenciados por los demás, las opiniones fueron más diversas y, si bien es cierto las canciones con mejor calidad melódica terminaron en los primeros lugares, su “éxito” no fue tan abrumador comparado con las demás opciones.
El segundo, es decir, con aquellos que podían ver lo que los demás habían escogido, su comportamiento fue diferente. Los científicos crearon “votos controlados”, es decir, crearon “preferencias ficticias” que favorecían temas mediocres o malos. ¿El resultado? Los votantes se dejaban “influenciar” por las opiniones mayoritarias, votando en consecuencia por los títulos que naturalmente no hubieran votado a no ser por el hecho que “sabían” que habían sido escogidos por una mayoría artificial.
Todos nosotros nos dejamos influenciar por lo que estimamos “popular”. Yo lo llamo el “efecto del restaurante lleno”: si un día tienes hambre y sales a comer ¿cuál restaurante prefieres? ¿Donde la gente hace cola y tienes que esperar mesa por treinta minutos o el restaurante de a la par que está vacío? Sin duda reflexionamos “por algo será…” y optamos por hacer cola que nos hace perder tiempo y genera incomodidades.
Lo anterior se refuerza con el efecto psicológico y social del factor de “quien habla primero”. Supongamos que formas parte de una junta directiva conformada por diez personas y están analizando sobre la posibilidad de contratar un nuevo gerente de ventas. Se presenta una serie de currículums de personas con competencias y aptitudes similares ¿a quién escoger para el puesto?
El presidente de la Junta Directiva habla primero y sugiere, después de haber analizado los diversos factores, que la mejor candidata para el puesto es “María”. Su opinión es inmediatamente apoyada por la gerente de recursos humanos y luego por el secretario de la Junta (a pesar de que tú sabes que siempre expresa su opinión solo para quedar bien con el presidente…) entonces, ¿qué harán los demás?
El “efecto cascada” implica que el resto de miembros de la Junta, a pesar de no estar al ciento por ciento convencidos respecto a que María es la mejor opción, estarán “automáticamente de acuerdo” con lo que esos tres primeros miembros dijeron, esto, por diversas razones psicológicas: “quizás ellos saben algo que yo no sé”, “para mí el puesto de María no es muy importante, para que me voy a meter en problemas”, “no quiero que digan que yo siempre voto que ‘no’ y que estoy en contra de lo que los demás quieren”.
De ahí la importancia de que una persona con influencia “hable primero”: influencia las preferencias del resto. ¿O no es por eso por lo que muchos cantantes de moda han estado viniendo a El Salvador y en sus conciertos “alaban” las políticas del gobierno actual? ¿No es por eso por lo que tantos y tantos entrevistadores con posibilidad de que sus voces y opiniones sean ampliamente escuchadas y leídas ahora expresan su apoyo al gobierno de turno? ¿No es por ello por lo que conocidos “youtubers” e “influencers” internacionales vienen a visitar Surf City y a contar Urbi et Orbi sobre lo felices que somos los salvadoreños?
El hecho de “sentirte solo” con tu opinión genera un importante estrés a nivel psicológico en las personas. Algunos se forjan su opinión sobre una película, sobre la calidad de la comida en un restaurante o sobre las virtudes de un candidato, sobre los miles de opiniones favorables (o no) que ven en redes, sin ponerse a pensar que probablemente se trate de troles y algoritmos creados para influenciar su opinión con el “efecto cascada”: prefiero lo que la mayoría prefiere, no quiero estar solo con mi opinión… y para quienes piensan un poco más, siempre está el recurso del “efecto cascada del miedo”: “Mira cómo te atacan en redes”, “mejor callate”, “es peligroso opinar”, “de qué te sirve opinar, ya no sirve para nada”.
“La popularidad se refuerza a sí misma”: lo que una aparente “inmensa mayoría” piensa sobre un tema marca la pauta para que los demás piensen lo mismo, hasta que logras sentarte en el restaurante abarrotado, pides el plato y… compruebas que no estaba tan rico… a lo mejor el restaurante de a la par era una mejor opción.
Abogado, Master en leyes/@MaxMojica