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Soplar y hacer botellas

No por que una empresa tenga millones en activos será una empresa exitosa. El secreto del éxito es el factor humano: la habilidad de contar con un equipo adecuado, motivado, bien formado, con la camiseta de la empresa bien puesta con el logo tatuado en el corazón.

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

La mayoría de las personas son de la idea que los empresarios “siempre la han tenido de bajada”. Tal como reza un dicho popular, solo era “soplar y hacer botellas”. Nada tan lejos de la verdad. Ya sea que seas propietario de una modesta barbería o de una gran empresa de venta al detalle, todos los que somos empresarios estamos familiarizados con las noches de insomnio en la que le damos mil vueltas a la cabeza para ingeniar dónde sacar fondos para el pago de planilla, del IVA y de la cuota del Impuesto sobre la Renta.


Una de las ideas erróneas más difundidas es que lo que vale en una empresa son los activos con que cuenta ¡nada más lejos de la verdad! Siempre les digo a los clientes a quienes asesoro en temas financieros: ¡no son los fierros, es la gente! Es decir, no por que una empresa tenga millones en activos será una empresa exitosa. El secreto del éxito es el factor humano: la habilidad de contar con un equipo adecuado, motivado, bien formado, con la camiseta de la empresa bien puesta con el logo tatuado en el corazón.

Los empresarios de éxito así lo entienden e invierten en su personal: salarios y bonificaciones adecuadas conforme al cargo, nivel de responsabilidad y desempeño. Prestaciones laborales que incluyen pago total o parcial de estudios superiores, cursos, maestrías e inglés. Creación de ambientes laborales flexibles y libres de acoso. Desarrollo de habilidades blandas y de autogestión que incluyen uno o varios días de home office, que le permiten al empleado -más en estos días de insufrible tráfico- tener un tiempo de calidad cerca de su familia mientras continúan desarrollando su trabajo.

Si bien es cierto los activos son importantes (inmuebles, maquinaria, planta y equipo), ni por cerca lo son todo. Durante mi ejercicio profesional he visto empresas con ventas millonarias y activos considerables irse al traste por ser manejadas por “una mala cabeza”, situación que es sumamente importante tener en cuenta en una sociedad como la salvadoreña en la que el noventa por ciento de las empresas son familiares, en las cuales, lo más probable, es que el hijo mayor varón, ocupará los cargos más altos en la empresa (subrayo el tema de “varón”, ya que, diga lo que se diga y pese a los claros avances sociales que hemos experimentado como colectividad, todavía vivimos en una sociedad profundamente patriarcal y machista. Una tara social que es urgente abordar respecto a la falta de percepción de la alta capacidad que tienen las mujeres como empresarias y profesionales).


Muchos empresarios salvadoreños invierten en la mejor educación para sus hijos, pero olvidan un aspecto que es igual o quizás aún más relevante: enseñarlos a trabajar. “Mandar” cualquier puede -dale un garrote a un orangután y vas a ver cómo le haces caso-, pero trabajar y saber cómo sacar adelante una empresa con éxito, no. Muchos de estos muchachos llegan a sentarse a la mesa de una Junta Directiva sin tener la misma mínima idea sobre cómo opera el mundo real. En vez de llegar a esa silla por mérito, lo hacen por apellido. Y sin una adecuada experiencia profesional y técnica, derivada no solo de la academia sino de la experiencia, los efectos adversos de poner a mandar a una persona no apta para el cargo pueden ser desastrosos.

Resulta interesante analizar el caso de la familia Bacardí. La empresa fue fundada en 1862 por el empresario Facundo Bacardí Massó en Santiago de Cuba, quien inició operando una pequeña destilería bajo un -para ese entonces- revolucionario proceso de elaboración de ron y dado que el techo de la destilería vivía una colonia de murciélagos, deciden que el logo del licor seria precisamente este. Pronto, la gente empezó a pedir el “ron del murciélago”.


Cuando el asesino de Fidel Castro y su pandilla de fanáticos y patanes toman el control absoluto de Cuba, confiscaron la totalidad de los activos de la fábrica la que, luego de noventa y ocho años de operación, ya era un emporio comercial. Fidel puso a sus esbirros, gente palurda y no preparada, a administrar la fábrica… la cual quebró en poco tiempo. De nuevo: no son los fierros los que hacen el éxito… ¡es la gente! La familia Bacardí huyó a Puerto Rico a donde inició otra vez de cero. Ahora el Ron Bacardí es el que más ingresos fiscales produce en la isla, después del turismo.


Contrario a lo que se piensa, ser empresario no es fácil y ser uno de éxito, lo es todavía menos. No, no se trata de soplar y hacer botellas. Detrás de cada historia de éxito, de cada familia empresarial, se esconde una historia llena de sacrificios, ideas innovadoras, adaptación a los tiempos y aprecio al equipo laboral. El que tenga oídos que oiga.


Abogado, Master en leyes/@MaxMojica

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