Esta semana comenzó con la noticia de que Elon Musk había comprado Twitter. Un periodista, comentando la jugada, escribía: “En mi observación no científica, por cada tuit de bienvenida a Musk, parece haber otro que amenaza con irse. Sin embargo, ¿desde cuándo los usuarios de Twitter están de acuerdo en algo?".
Precisamente porque las razones de Musk para pagar cuarenta y cuatro mil millones de dólares (una oferta que, definitivamente, Twitter no podía rechazar) no están del todo claras -ni siquiera poniendo atención a las declaraciones y a los tuits del magnate- esa compra, y la consiguiente especulación de sus motivos, están dando mucho que hablar.
De hecho, como se ha escrito, “Elon Musk ha convertido la plataforma en el soporte de todos sus proyectos. Es en Twitter donde los anuncia, los comenta, los debate, denuncia las críticas o las alimenta y donde también lanza sus caprichos. Para él, Twitter es 'el lugar de la aldea global', y pretende liberarlo, para convertirlo en una herramienta de la democracia en la era de la web”. Quizá por eso, quienes entienden la democracia como algo controlado (por ellos, por supuesto) no terminan de tragar esa compra.
Bastantes liberales (y entre ellos no pocos medios de comunicación masiva), tomando pie de las declaraciones del millonario en el sentido de que quiere convertir a Twitter en una tribuna para la libertad de expresión, se preocupan de que Musk “abra” Twitter (con lo que reconocen implícitamente que estaba “cerrado”) a intelectuales, políticos e “influencers” conservadores. Mientras que estos últimos tampoco terminan de estar cómodos, pues piensan que los discursos de ideologías liberales podrían encontrar en la plataforma un eco reforzado.
Con poco que uno busque se entera de que Elon Musk tiene ochenta y siete millones de seguidores en Twitter; que ha provocado importantes variaciones bursáti
Entre las pocas cosas que el flamante dueño ha declarado están que desea que la plataforma “alcance su extraordinario potencial”; que en realidad no es que esté interesado personalmente en ganar dinero con su nueva adquisición, y que compra Twitter porque quiere ver más libertad de expresión y menos moderación.
Lo cierto es que después de tratar de adivinar los motivos y los propósitos que pueden llevar a alguien a desembolsar una considerable fortuna para hacerse con la propiedad (y por supuesto, el control) de la red social, al no poder comprenderlos totalmente, bastantes analistas terminan recordando que Musk es reconocido por ser alguien carismático, un líder de opinión con un peso específico considerable; un personaje que le gusta poner a prueba los moldes tradicionales, los límites y las reglas… alguien, en definitiva, bastante impredecible.
Y, ya se sabe, en este mundo en el que el control de lo que pasa es de suma importancia para una cultura tecnológica-pragmática a la que le fascina tener la sartén por el mango; que se te pongan enfrente realidades incontrolables por definición, como un virus, el cambio climático, o un millonario con una chequera y una capacidad de acción tan gordas que son imposibles de
Lo cierto es que su decisión de comprar Twitter ha puesto el foco de la atención pública en sus puntos de vista sobre política, sociedad, progreso, etc.,. Más cuando Musk se ve a sí mismo como alguien por encima de divisiones progresistas-
Ingeniero/@carlosmayorare