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Más allá de Maduro y Bukele

El epílogo de Maduro es de gran impacto para El Salvador. En primer lugar, al ser gobierno, González y María Corina Machado nos permitirán conocer la verdad sobre los corruptos involucrados y el dinero transado por ALBA Petróleos; nos pondrán saludablemente contra la pared para que cada centavo vuelva a su dueño: el pueblo de Venezuela. En segundo lugar, y aún más importante, es que disolverá el lavado de cerebro de que Bukele violará interminablemente nuestra Constitución y de que, impunemente, inventarán “un bukelismo sin Bukele” para el 2029.

Por Napoleón Campos |

Tras 25 años de ser Venezuela devastada material, mental y emocionalmente con terror, coacción y precariedad, sin otra opción que emigrar para 8 millones o más de sus habitantes, la dictadura tiene un final a la vista. El éxodo venezolano desborda la imaginación: equivale a dejar a El Salvador sin habitantes y borrarles a las vecinas Honduras y Guatemala medio millón de personas, a cada una.

Entre los Siglos VI y IV antes de Cristo, entre Confucio y Aristóteles, se fundó el pensamiento político vigente sobre los males y bienes colectivos. Confucio salvaba el matiz del “emperador bueno”, quien junto a sus funcionarios podían predicar con el ejemplo de capacidad y honradez; Aristóteles insistió que no bastaba la formalidad de una democracia para beneficiar a las mayorías, había que garantizar el provecho efectivo de la comunidad.

Está claro que en Venezuela no hubo buen gobernante ni garantías mínimas de vida para la gente. Pero la Carta Magna de la República Bolivariana asegura todo lo negado en la realidad tan elemental de que los votos se cuenten y sean aceptados: más del 65% para Edmundo González, una derrota arrolladora para Maduro. Los gobiernos de Colombia, Brasil y México-muy afines ideológicamente a Maduro-comunicaron el imperativo de “una verificación imparcial de los resultados, respetando el principio fundamental de la soberanía popular” ante la adjudicación de triunfo a Maduro por las instituciones públicas que él mismo ha secuestrado y a costa de la represión despiadada contra la oposición que ganó en las urnas.

Este modelo, a diferente escala, es replicado en Nicaragua por Daniel Ortega y en El Salvador por Nayib Bukele, y hay venas comunicantes entre ellos. Pero ¿por qué se aferran al poder? ¿Por qué violar la ley para reelegirse? ¿Todo el desastre lo explica la psicopatología de alguien que se cree sátrapa, dueño de una nación?

 A estas alturas, está claro que más allá de la codicia individual y familiar, existen intereses y corrientes de varios signos que desembocan en dos bahías: el crimen organizado, y la injerencia de Rusia y China.

Chávez y Maduro hicieron de Venezuela un núcleo dinámico de estructuras criminales. La última: “El Tren de Aragua” con actividad delictiva en todo el hemisferio. Ortega ya fue sancionado por utilizar los tratados de libre comercio para exportar minerales-en particular el oro-que estos cárteles extraen de yacimientos venezolanos. “ALBA Petróleos El Salvador” fue la maquinaria que ordeñó riqueza del pueblo venezolano. Certeramente, la prensa independiente y de investigación nos informó que algunos millones de dólares llegaron a los bolsillos de los Bukele. Por ello, el 29 de julio, en plena crisis postelectoral, Maduro --como Trump que señaló a Bukele en la Convención Republicana pues el Trump presidente inició el 2020 la acusación contra la alta dirigencia de la MS-13 para la que solicitó la extradición--  llamó a Bukele “delincuente”, “corrupto”, “fascista”, quien “solo buscó a Venezuela para intentar enriquecerse con nuestro petróleo”.

Con el paso de las horas, expertos informáticos chinos y buques militares rusos arribaron a Venezuela para apuntalar a Maduro, reafirmando que a Pekín y Moscú no les importa que sus aliados sean enemigos entre sí toda vez sus baratas “cabezas de playa” se mantengan intocables y desafiantes mientras el mundo democrático resiste sus amenazas militares en las fronteras de Ucrania y Taiwán. 

The Wall Street Journal ha filtrado que la Administración Biden facilitaría una fórmula de salida y amnistía para Maduro y algunos de sus cómplices. También, el nuevo presidente de Panamá le ha ofrecido asilo, lo que nos recuerda el refugio otorgado en el país canalero a personajes tan disímiles como el Sha de Irán y el autogolpista guatemalteco Jorge Serrano Elías. Ciertas o no las especies, lo clave es que la dictadura ha llegado a su punto terminal y las rutas hacia la restauración democrática en Venezuela son varias.

El epílogo de Maduro es de gran impacto para El Salvador. En primer lugar, al ser gobierno, González y María Corina Machado nos permitirán conocer la verdad sobre los corruptos involucrados y el dinero transado por ALBA Petróleos; nos pondrán saludablemente contra la pared para que cada centavo vuelva a su dueño: el pueblo de Venezuela. En segundo lugar, y aún más importante, es que disolverá el lavado de cerebro de que Bukele violará interminablemente nuestra Constitución y de que, impunemente, inventarán “un bukelismo sin Bukele” para el 2029.

Así como entre 1990 y 1992, la realidad nacional y el sistema internacional confluyeron para empujar el paso de la guerra civil a los Acuerdos de Chapultepec, tras caer Maduro una nueva convergencia viabilizaría el tránsito del actual grave episodio autoritario a la construcción en El Salvador de una democracia cuyo único adjetivo sea el de irreversible.

Especialista salvadoreño en Relaciones Internacionales, integración regional y migraciones

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