Suceden tantas cosas en este mundo que cualquier escándalo, por impactante que sea, sólo permanece en la conciencia del público por poco tiempo, para pasar luego a un segundo plano. Ningún evento, ninguno, resiste el paso del tiempo; son como las huellas dejadas en la arena de la playa, que rápidamente son borradas por nueva arena. Y este es uno de los más importantes obstáculos para que los problemas no se resuelvan, para que se mantengan.
Ya pasaron casi dos semanas de las elecciones venezolanas. El fraude fue tan burdo y evidente que no tardó en acaparar la atención en todos los rincones del mundo. La resistencia del organismo electoral de presentar las actas (que siendo el voto electrónico están listas el mismo día), las protestas de cientos de miles de personas que se han sentido estafadas, la represión cruel e injusta que se ha desatado contra los que protestan, han continuado siendo noticia y provocando indignación en toda persona con una dosis básica de inteligencia y de integridad.
La tristeza que provocan los cientos de capturados ilegalmente ‒ muchos menores de edad‒ y de quienes no se conoce su paradero; la detención de líderes opositores y el cierre de establecimientos que les han brindado la más mínima ayuda; las proclamas y amenazas del gobierno y sus dirigentes que lo único que crean es un estado de admiración de lo bajo que pueden llegar los seres humanos. Estos últimos elementos, casi surrealistas, han hecho que la atención se mantenga un tiempo más.
Pero no nos engañemos, esa atención tendrá una vida limitada si no se tiene conciencia de esa tendencia humana a olvidar, a enfriarse. La guerra entre Ucrania y Rusia, entre Israel y Hamas, la amenaza de Irán para todo el mundo occidental, las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, todos estos eventos podrán tomar relevancia y restar predominio a la situación venezolana. El mayor riesgo para Venezuela no es la mitomanía del régimen, ni aún la crueldad con que actúa, sino el eventual olvido por parte de los demás, de los que no están directamente involucrados en los problemas de ese país. Los corruptos y timadores siempre cuentan con que el tiempo les favorezca y con que sus delitos se olviden. Pero, ¿se puede hacer algo para evitar que se olvide o que se desvanezca de la atención de la gente lo que ocurre en Venezuela? ¿Es posible prevenir esta tendencia natural humana?
Yo pienso que sí (de otro modo no estaría escribiendo este artículo). En primer lugar, es esencial que se tenga clara conciencia de que el olvidar, el hacer pasar a un segundo plano los acontecimientos, es una tendencia humana universal que va a ocurrir si no se hace nada. Por otro lado, con todos los instrumentos con que hoy se cuenta y con los conocimientos que ya se tienen sobre comunicación social, sí se puede mantener un mensaje y hacer que se conserve en la mente colectiva. Los medios de comunicación y todos los que de una u otra forma se comunican con el público tienen una gran responsabilidad en esto. Los que toman las decisiones son sensibles a los mensajes persistentes, a la opinión pública que permanece suficiente tiempo. Hay que mantener el dedo en la llaga, se lo debemos a nuestros hermanos venezolanos que desean un país próspero y libre, y que han actuado con tanto valor.
Médico Psiquiatra.