"La Educación es el arma más poderosa para cambiar el Mundo”, frase que forma parte del legado que dejó a la humanidad uno de los hombres más grandes como es Nelson Mandela.
Nuevamente el país deja de apostarle a la educación y con el pretexto o excusa que sea, deben los jóvenes estudiantes saber que el próximo año, el calor de las aulas desaparecerá y dará cabida nuevamente a las “clases virtuales”.
No es una noticia alentadora para el joven que aspira a la preparación y las universidades públicas y privadas inician el 2023 creyendo que van a la cabeza en la formación integral del estudiante cuando todos somos testigos del estrago dejado durante la pandemia que hizo que el estudiante se convirtiera en un adicto a la computadora y menos sociable.
A nadie le importó la bioseguridad del estudiante… ¡A nadie! Menos a su alma mater que viendo en cada estudiante únicamente el símbolo del dólar donde el dúo estudiante sin ambiciones-universidad sin principios fue la mortal combinación en la preparación académica del estudiante.
Pareciera que ya les gustó la disminución de los costos operativos de las universidades se reducen considerablemente. Se debe entender que la virtualidad es un apoyo pedagógico pero no es el ciento por ciento método exclusivo de enseñanza.
Será el 2023 un año donde se continuara con la virtualidad garantizando seguridad de no contagio, pero sin garantía de que la mente del joven estudiante no se secará; no se le sembrará la ambición de la discusión, de la búsqueda, de discernir y disentir y, lo más importante, de trabajar en equipo, de generar debate presencial. Se irá acomodando a lo fácil, a la pésima preparación, a creer que cuando se esté ejerciendo “la ayuda virtual será la solución”. Mientras, las universidades reducen costos en agua, luz, mantenimiento, internet, pago a docentes, depreciación de equipos etc. Ese efecto virtual no se verá reflejado en el pago de la cuota mensual, no, el joven estudiante siempre será esquilmado y ahora no hay tal emergencia que deba hacer tomar tales medidas. Sencillamente el mal derrotero que lleva el país se verá reflejado dentro de unos años, no solo en la cuestión social sino en la educación.
A nadie parece importar el pésimo nivel educativo y que esto de la virtualidad afecta más a la formación de unas profesiones que a otras. La malísima preparación académica y lamentablemente los errores que se cometen por mala formación. Que unos juegos deportivos sean el culmen de un país habla que aún, la universidad que tenía el germen de la inconformidad, de la revolución inherente al joven prefiera mandar a los jóvenes a diferentes sedes, y silencio total.
La proliferación de universidades es un fenómeno y como todo en la vida debe prevalecer el interés nato del estudiante por aprender, por investigar; sin embargo, no sucede así. Hoy, cuando el mundo debería ser un lugar culto, sucede todo lo contrario, ya que tenemos un desconocimiento total de todo, el auto aprendizaje no existe, todo queda reducido al ego de un joven que no sabe que la vida no perdona, que golpea fuerte, que el hambre es parte del menú de una familia salvadoreña, algo a lo que nunca se le preparó y haciéndole las cosas fáciles el único perdedor será el paciente que será atendido por profesionales con muchas carencias. Esa es la realidad que se ha vivido desde hace muchos años pero que en el 2023 será la regla. Sacrificar la calidad del aprendizaje para el joven soñador será más caro y al final se incrementa la venta de una falsa ilusión.
En tal sentido la mejor oferta académica es garantizar futuros profesionales con amplio criterio, capacidad de trabajo en equipo, colaboración, innovación, creatividad y competencias.
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