“He sentido como que alguien murió y me vienen a dar el pésame. Se está muriendo la esquina de los libros. Me he sentido nostálgico como que estamos enterrando a alguien”. Y esta expresión de don Jacobo Rojas, vendedor de libros desalojado de la esquina de los libros por el reordenamiento del Centro Histórico, ha sido un duelo compartido por los miles de lectores que todavía vivimos de la magia del mundo de los libros. Ha traído a mi memoria una antigua canción: “Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va”.
Panorama desolador de los vendedores de libros usados, que por décadas han contribuido a la cultura, vendiendo a precios cómodos, a jóvenes que por su situación económica, jamás podrían tener acceso a textos nuevos. Y tantos adultos mayores que desde su juventud soñaron con la magia escondida en las páginas de un libro, que gastado por el uso, manchadas sus páginas por anotaciones personales, se ha convertido en otro yo.
Duele compartir la pena y la incertidumbre de don Jacobo, y de otros colegas, por la manera como la alcaldía capitalina los ha tratado. Y quiero enfatizar, que admiro la labor que el Alcalde Durán está realizando, como un verdadero regalo para los capitalinos al revivir una parte tan importante y querida de nuestra capital. Pero rechazo enfáticamente la manera como ha tratado a esos vendedores de ilusiones, que merecen un trato especial.
Afirman ser falsas las declaraciones de la Alcaldía que hubo diálogo, con asambleas y reuniones con los comerciantes, y no les han dado una solución de su futura ubicación. Que elaboraron una propuesta para la creación de libros-carretas y la adecuación de espacios para vender los libros en las plazas y parques del Centro Histórico. No han podido entregarla, porque no quieren escucharles, les han negado audiencia en la alcaldía, y cuando llegaron a la Asamblea Legislativa para conversar con algún diputado, solo les dieron un número de teléfono para llamar, que nadie contestó. Sólo les queda entregar los libros a las recicladoras. ¿Será que las autoridades no se han percatado del encanto que estos vendedores de libros usados aportan al paisaje de las más bellas capitales del mundo?
La incultura, la ignorancia y la mediocridad en que vivimos se puede medir por el nivel de conocimientos de las autoridades: ministros, diputados, directores de autónomas, que para sentirse importantes, manejan lujosos vehículos, visten trajes de marca, pero que su carencia total de la instrucción notoria que exigen los puestos que desempeñan se nota en sus declaraciones en entrevistas de TV y ruedas de prensa. Demuestran que no han entendido las preguntas y que ni ellos mismos encuentran cómo terminar las mal hilvanadas frases con que comenzaron. No se avergüenzan de escribir en las redes sociales, donde hasta los insultos y malas palabras tienen errores de ortografía. Es evidente que no han leído ni un solo libro desde que dejaron la escuela.
El desprecio hacia la educación y el poco interés en elevar el nivel cultural de la población lo demuestran las autoridades de Educación por el trato que dan a los Maestros, cuya fiesta fue el pasado 22 de junio, pero que ellos no tenían nada que celebrar, sino pedir reiteradamente al gobierno, lo que es un derecho establecido en la Ley de la Carrera Docente: una revisión de su salario y la posibilidad de lograr una pensión digna. Gracias a los abnegados docentes que en tan lamentables condiciones siguen sacrificándose a diario por hacer de sus alumnos mejores ciudadanos, a pesar del desprecio de unas autoridades ignorantes.
Maestra.