Según la Asociación Americana de Psicología (APA por sus siglas en inglés), el cambio de comportamiento es un proceso que implica modificar o abandonar hábitos o rutinas para adoptar nuevas acciones o actitudes; se trata de un proceso complejo y extenso, aunque generalmente se ha orientado a hábitos, actitudes y creencias, y aquí reflexionamos sobre el trasfondo de otra realidad más cognoscitiva.
Conducta y comportamiento son dos conceptos que suelen confundirse, pero que no son sinónimos. Comportamiento se refiere a la manera en que un ser vivo responde a los estímulos de su entorno, ya sea de forma consciente o inconsciente, voluntaria o involuntaria; mientras que conducta hace alusión a la forma en que los seres humanos se comportan, interactúan con el entorno y se relacionan con los demás.
Comportamiento se puede entender como una categoría amplia que engloba diferentes grupos de conductas; mientras que conducta es una respuesta a una motivación, y se refleja en la personalidad y en el trato que damos a los demás. Otra diferencia importante entre conducta y comportamiento reside en el grado de consciencia. Se presume que la conducta es siempre consciente, mientras que el comportamiento puede ser en algunos momentos inconsciente.
En síntesis, conducta (del latin, conductus, dirigir) es una actividad consciente del sujeto que implica una serie de acciones en correspondencia con otras personas y dentro del entorno de cada persona. Además, es un indicador observable de los procesos internos. Comportamiento (del latín, comportare, cargar en compañía) puede ser consciente o inconsciente, voluntario o involuntario y consiste en el conjunto de respuestas que ofrece una persona en su relación con el entorno.
Tanto la conducta como el comportamiento son constructos cognitivos complejos que se ensamblan a partir de diversas realidades: genotípicas, familiares, educativas o culturales; el juego, el juguete, la imitación, nuestra condición familiar, la educación y la comunidad en dónde vivimos las experiencias de la infancia y adolescencia, más otras experiencias humanas, han contribuido a crear una personalidad, un temperamento y un modo de ser frente a la alteridad y a la realidad.
Al final, cada ser humano posee una identidad física y cognitiva, una cosmovisión, un sistema ideológico, un sistema axiológico, y este conjunto de creencias, valores, saberes y sesgos son los que definen y configuran nuestro modo de ser y estar en este mundo.
Tanto la conducta como el comportamiento pueden cambiar por diversos factores: motivación, entorno, aspectos biológicos, fármacos, trastornos mentales, etcétera. En el campo político, la motivación y el entorno son elementos esenciales; sin olvidar que la conducta política es eminentemente emocional.
Carolina Galais (2019) en “El comportamiento político” nos señala que los que los ciudadanos piensan de los distintos objetos del sistema político, lo que saben o creen saber, lo que opinan y sienten, son objetos de estudio del comportamiento político (…); en efecto, los ciudadanos pueden tener una relación con el sistema político, por comisión u omisión, participar, hacer activismo, votar, abstenerse, informarse, criticar, protestar, asociarse, donar, hablar, etcétera, todo representa una posición frente a la política, incluso ignorarla.
Las actitudes y comportamientos son dos vectores fundamentales en la relación de los ciudadanos con la política; en el pasado, antes de internet y de las redes sociales, la relación era más fractal, difusa y utilitaria; en el presente todo ha cambiado, ciudadanos y política están fusionados en un espacio digital, generalmente vinculado al teléfono móvil y a las redes sociales.
Hoy estamos “infoxicados” contamos con videos, post, memes, mensajes de WhatsApp, bulos, noticias de X, fake news; aunque queramos ignorar la política, ésta nos llega por diversos medios y nos interpela y obliga a tomar una postura de indignación o a favor o en contra de una idea, un partido o candidato.
Parece que la política, gracias a la transformación digital, está trastocando aspectos más sensibles y personales, morales, religiosos y psicológicos; antes era un asunto de políticas públicas, normas, leyes e infraestructura. Ahora, las ideas y propuestas de los políticos han atravesado los límites íntimos éticos y morales, y buscan imponer un modo de pensar o asustarnos con amenazas ideológicas.
Uno de los grandes temas contemporáneos de la política en primer mundo es migración; se presenta como una amenaza al bienestar en un marco aporofobia; otro asunto de suma preocupación es el tema de los Derechos LGBTIQ+ y el movimiento Woke; también aparece en el escenario los procesos de gentrificación; las amenazas del cambio climático y sus consecuencias, también están en la agenda de modo sensible; sin obviar, la inseguridad relacionada con temas de terrorismo, conflictos, guerras, narcotráfico, trata de personas y crimen organizado.
Este “paquete” de desafíos y problemas ha incentivado un mayor activismo político, y los grupos dominantes a través de lobistas y de estrategias de comunicación masiva han ido moviendo la aguja ideológica de un lugar a otro y a una velocidad sin precedentes. Pasamos así, de la derecha neoliberal de los 90 a la izquierda socialista de los años 2000, y ante la frustración, miedos, corrupción e ineficiencia, gran parte de los comportamientos políticos se han movido al fascismo de ultraderecha, como el último refugio o garantía de un modelo moral aspiracional enrarecido, olvidando incluso la importancia de las libertades y Derechos consagrados en 1948.
A esto debemos sumar otro fenómeno: La importancia de lo mesiánico…; es decir, identificar, descubrir y seguir a un salvador, que además es influencer “global”, creador de contenido digital y que posee una caja de herramientas que puede solucionar todos los problemas. Esto es tan atractivo como infantil, pero genera una sensación de bienestar y seguridad.
Por éstas y otras razones, ganan la presidencia de los países sujetos disruptivos, emblemáticos, estridentes, caóticos, moralistas, entrópicos, desequilibrados, conservadores, súper héroes, quienes pueden luchar contra los villanos del planeta.
El comportamiento y la conducta política cambia…; a veces de modo inconsciente o consciente; por intereses y temores, por frustraciones o deseos; se trata de un fenómeno contagioso y de comportamientos en masa-digital, en donde interviene el cuarteto de la felicidad y de la frustración: dopamina, endorfina, serotonina, y oxitocina…
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Investigador Educativo/opicardo@uoc.edu