La baja calidad de la educación en El Salvador ha sido un problema en los últimos tiempos y ha quedado demostrado en pruebas estandarizadas como la PAES, la que no logró superar el 6 de promedio. Una de las debilidades que presenta el sistema educativo salvadoreño es la desigualdad entre escuelas públicas y colegios privados. Esta desigualdad es la consecuencia de muchos otros factores como la pobreza, la inseguridad y la situación familiar ante los cuáles se enfrentan los estudiantes desde temprana edad y que entorpecen el proceso educativo. Todos estos factores que configuran la desigualdad socioeconómica impiden que la calidad educativa salvadoreña mejore.
La pandemia del covid-19 nos obligó a mudarnos a la modalidad virtual. Sin embargo, esta transición solo fue posible para aquellos que contaban con los recursos necesarios tales como acceso a internet, electricidad, una computadora o un teléfono, entre otros. Con recursos limitados, adaptarse a la nueva metodología no solo fue más difícil, sino que en muchos casos ni siquiera era posible. Es por eso que, entre el 2020 y 2021, los indicadores de deserción escolar aumentaron considerablemente. Es innegable que desde años atrás la pobreza, la violencia y la desigualdad social han sido factores determinantes que han influido en la deserción escolar; sin embargo, la pandemia profundizó el problema debido al acceso limitado de recursos y, además, a la pérdida de fuentes de ingresos que muchas familias salvadoreñas enfrentaron.
Sin embargo, la falta de recursos económicos y materiales no es la única carencia que enfrentan los estudiantes. La falta de apoyo emocional de parte de la familia también es un factor influyente en las dificultades académicas de los estudiantes. Como Paz Zetino Gutiérrez, secretario de Bases Magisteriales, expresó en un reportaje sobre la PAES en 2018: “Hay una diferencia abismal entre el apoyo que recibe el estudiante de la familia en la escuela pública, al apoyo que recibe el estudiante en el sector privado”. Las razones de la ausencia de los padres son variadas y van desde la migración que obliga a las familias a separarse, pasando por familias disfuncionales, e incluso violentas, hasta la excesiva carga laboral que muchos padres tienen que enfrentar para ganar el dinero suficiente para sobrevivir, pero que les deja sin tiempo libre.
Hacer frente a este tipo de carencias emocionales impide que el desarrollo de un niño o joven sea integral. Si un estudiante no tiene sus necesidades básicas cubiertas, incluyendo las emocionales, no puede rendir de la misma manera que alguien que sí.
En definitiva, la desigualdad social que vivimos en nuestro país no es un problema aislado. No afecta solo al presente, sino también al futuro que son los jóvenes. La educación es un pilar necesario en la prevención de la violencia. Sin embargo, las condiciones actuales de muchos jóvenes salvadoreños les obligan a dejar de lado los estudios. Tanto la falta de recursos económicos como el poco involucramiento de los padres en el sector público son factores que provocan que los resultados en este sector siempre sean menores que los del privado. No podemos comparar ambos grupos con la misma medida cuando no todos los estudiantes cuentan con las mismas herramientas. Todavía son muchos los jóvenes de nuestro país que están tratando de salir adelante en ambientes violentos y pobres que les limitan.
Estudiante de Ciencias Jurídicas
Club de Opinión Política Estudiantil (COPE)