Como país, con una cultura, identidad y símbolos particulares, deberíamos tener nuestros propios ideales, los cuales fuera sustantivo enseñar en el sistema educativo para construir y potenciar nuestra capacidad ciudadana. Somos centroamericanos, pero a la vez somos salvadoreños(as).
¿Qué significa ser salvadoreño (a) hoy?, ¿qué nos diferencia de nuestros vecinos Guatemaltecos o Hondureños?, ¿en qué creemos?, ¿qué aspiramos?, son algunas de las preguntas que todo niño (a) o joven debería poder responder.
Werner Jaeger en su obra sobre la “Paideia: Los ideales de la cultura griega” nos recuerda: “Todo pueblo que alcanza un cierto grado de desarrollo se halla naturalmente inclinado a practicar la educación. La educación es el principio mediante el cual la comunidad humana conserva y trasmite su peculiaridad física y espiritual. La Techné (lo transmisible), la Kalon (la belleza), el Areté (la excelencia) o la megalopsychos (moralidad), son algunos de los elementos sustantivos que configuran el ideal educativo de paideia occidental.
¿Y dónde están nuestros ideales para formar al ciudadano…?; en teoría, deberían estar en un planteamiento curricular nacional ¿lo tenemos?; la respuesta es NO. Educamos con programas de estudios, libros de texto y la orientación docente; en teoría, algunos de estos ideales cívicos se deberían desarrollar en los hogares ¿se hace algo de esto en el las familias?, probablemente poco o nada.
En 1994, el Ministerio de Educación publicó el documento “Fundamentos Curriculares de la Educación Nacional”, en el cual se establecían las bases filosóficas, antropológicas, sociológicas del modelo educativo nacional; este documento casi nadie lo tiene en los centros educativos, ni nadie lo conoce o lo utiliza.
Pese a las diferencias y diversas intensidades entre los sistemas educativos público o privado, bilingüe o católico, protestante o laico, todos, sin excepción deberían contar con una guía básica para formar el ciudadano salvadoreño; un solo ideal propuesto y aprobado por el Estado; luego cada colegio le podrá darle nuevos o más valores agregados. ¿Sucede esto…? No, formamos diversos tipos de ciudadanos, algunos con más oportunidades que otros, con valores y principios distintos; luego tenemos una nación fractal, dividida y desigual.
¿Educamos con una filosofía educativa particular…? ¿Cuál…? Anota el documento citado de 1994 que nuestro modelo pedagógico es “constructivista, humanista y socialmente comprometido”; en apenas una semana, en el marco de la “reforma educativa en marcha” dejamos el conductismo de Watson y asumimos el constructivismo de Piaget o Vygotski.
Nunca se profundizó sobre la bases teóricas y neurocientíficas del nuevo modelo; sólo hubo indicaciones sobre la centralidad del alumno (a), incorporar la experiencia del estudiante, realizar actividades grupales en el aula, obviar la memorización y paremos de contar. ¿Sabrán los docentes qué es y cómo funciona el proceso aprendizaje en el marco de la plasticidad cerebral de los niños (as)?, ¿nos percibimos o somos humanistas y socialmente comprometidos?
Educar es mucho más que enseñar o saber Matemáticas, Ciencias Naturales, Lenguaje y Ciencias Sociales; es además formar al ciudadano, y esto tiene implicaciones éticas muy profundas; además de la educación física y artística. Educar en ciudadanía supone la valoración y el respeto a los Derechos Humanos, reconocer la importancia de cuidar el medioambiente; y promover los valores democráticos en el marco de una cultura tolerante y de paz. ¿Y la identidad y la cultura…?
Educar, también implica saber utilizar el conocimiento; veintitrés años de PAES nos reafirmaron que nuestros estudiantes: “conocen, pero no comprenden ni aplican lo que saben”; esto se traduce en una baja valoración social de la educación y en limitadísimas patentes que impactan en el pobre desempeño económico del país.
Trabajar la “salvadoreñeidad” es una tarea compleja…; los correlatos críticos de Roque Dalton, Humberto Velázquez y Horacio Castellanos Moya nos plantean un contraste a superar, pero no resuelven los ideales contemporáneos. En 1974 éramos: “Los siempre sospechosos de todo (…) los que nunca sabe nadie de dónde son (…) los mejores artesanos del mundo…” ¿y en 2022?
En el estudio “Humor social, ideología y cosmovisión de los salvadoreños” (CEC, 2022) presentamos un perfil actualizado del salvadoreño (a): Conservador, religioso, trabajador, emprendedor, inquieto, memorístico, atemporal, optimista, etcétera. En el análisis deberíamos integrar a la diáspora y su incidencia desde otras culturas.
Pese a las brechas clasistas y a los desequilibrios socio-económicos que hemos vivido en la historia contemporánea, la calidad de nuestros sistemas educativos se ha deteriorado y mucho; cuando analizamos la productividad científica de la Universidad de El Salvador entre los años 1930 a 1960 (Ítalo López Vallecillos, 1964) y lo comparamos con los resultados académicos actuales, la divisoria es abismal.
Sin lugar a dudas hemos avanzado en muchos aspectos académicos -cobertura- pero la calidad académica y la calidad de ciudadanía no pasa el estándar mínimo; seguimos sin superar el nivel básico de aprobación.
Esta falta de formación ciudadana es notoria en las tasas e indicadores de homicidios, pandillas, migración, privados de libertad o subempleo; es más evidente en el caos medioambiental que estamos creando y en el manejo de la basura; y es palpable de manera cotidiana en el tráfico.
La sociedad educadora (Cajiao, 2001) que tenemos y que complementa la tarea pedagógica de la escuela y la familia es igualmente caótica y desfigurante. Ni hablar de la clase política que desde los poderes del Estado, cada día nos proyecta un pandemónium de división y antagonismo.
Tarde o temprano nos tendremos que preocupar o reflexionar sobre este tema; “nacer y crecer con cariño es importante” siempre y cuando nos reciba una familia, una escuela y una sociedad cálida, afable y eficiente.
No maltratar a los animales, no tirar la basura en cualquier lugar, ceder el paso, respetar a las demás personas sin importar su condición, cumplir las leyes, son pequeños detalles cotidianos que hablan de nuestra cultura e ideales. ¿Cómo y cuándo comenzamos a diseñar soluciones para definir y cumplir nuestros ideales de la cultura salvadoreña? El Ministerio de Educación tiene la palabra…
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Investigador Educativo/opicardo@asu.edu