El estudio y análisis del comportamiento humano es tan antiguo como la humanidad misma y ha sido un tema central u objeto de estudio en diversas disciplinas, como la filosofía, la psicología, la sociología y la antropología; incluso, la historia, junto con la arqueología y la antropología, permite conocer el pasado humano y el comportamiento y forma de vida de las civilizaciones. Quizá nunca se integró en un corpus como lo intentamos ahora en el libro “Ciencias de la conducta y el comportamiento” (2025)
A lo largo de la historia, muchos pensadores han reflexionado sobre el comportamiento humano, desde Sócrates, Platón o Aristóteles, quienes sentaron las bases para las teorías y principios modernos; pasando por los pensadores de la ilustración Locke, Montesquieu, Diderot, Rousseau; hasta llegar a los grandes conductistas -Watson, Pavlov, Skinner, Thorndike-, los psicoanalistas -Freud, Lacan, Erikson, Jung-, los constructivistas -Vygotski, Piaget, Ausubel, Ellis- y los neurocientíficos -Ramón y Cajal, Dehaene, Gardner, Dolan, Llinás, Levine-. La lista podría ser mucho más extensa
La psicología es la ciencia primordial del comportamiento. Wilhelm Wundt es considerado el padre de la psicología y fundó el primer laboratorio de psicología experimental en 1879 en la Universidad de Leipzig. De ahí en adelante los experimentos Milgram, Rosenhan, Darley, Latané, Festinger, Harlow, Zimbardo, Alexander, Loftus, Kandel, han dado cuenta de porqué somos o actuamos de un determinado modo y que factores intervienen en nuestras decisiones.
Como hemos anotado en otras reflexiones, el comportamiento humano es influenciado por una variedad de factores, como: Factores biológicos y genéticos, Factores ambientales, culturales, religiosos, educativos y experiencias de vida. Tres sistemas complejos operan en el comportamiento: Cosmovisión, Ideologías y axiología. Todos estos factores interactúan entre sí para dar forma al comportamiento humano.
“Estadística y metáfora” son dos conceptos importantes en nuestro enfoque de trabajo -números con rostro-; los datos conviven con realidades complejas y misteriosas de la vida. Detrás de una decisión -buena o mala- coexisten y cofuncionan elementos biológicos o neurológicos y respuestas imprevisibles, y esto es lo que estudiamos.
¿Qué lecciones nos ha dado la historia sobre el comportamiento humano?; veamos algunas hipótesis: 1) Educación, tecnologías y economía; 2) Política e institucionalidad; y 3) Religión y cultura.
Sociedades educadas logran un mejor nivel de tolerancia, respeto y mejor convivencia, asimismo logran un progreso tecnológico que les permite un bienestar económico equitativo. Según la teoría del economista Robert Solow (Premio Nobel 1987), el factor clave para el crecimiento económico es el progreso tecnológico, que determina los salarios reales. El análisis de Solow muestra que en los países más desarrollados la “innovación tecnológica” contrarresta los rendimientos decrecientes, logrando más producción, aún con la misma cantidad de capital y trabajo. Solow considera que siendo el incremento de la desigualdad social un efecto colateral del crecimiento económico, es mediante un gran énfasis en la “inversión en capital humano” que puede “contrarrestarse” ese efecto negativo y compatibilizar un rápido incremento de la productividad con cuotas crecientes de equidad. Educación sigue siendo la solución, para lograr un mejor comportamiento estructural.
Una sociedad educada respeta las normas y marcos legales, y a su vez construye una clase política razonable, transparente y respetuosa que busca el bienestar de los ciudadanos. La democracia, siendo hoy por hoy el mejor de los sistemas posibles, necesita ciudadanos informados y educados, que exijan el Estado de Derecho, el imperio de la ley y una justicia basada en el debido proceso. La democracia y la república son construcciones sociales de los seres humanos basadas en principios éticos. Esto es comportamiento humano.
La religión y la cultura influyen demasiado en las sociedades; existe un espectro de creencias muy amplio que funcionan como baremo moral de los ciudadanos. Hay códigos religiosos maduros y que han logrado un equilibrio entre lo científico y lo sobrenatural, y también religiones infantilizadas que sólo han sido palestra para la manipulación y la explotación de los seres humanos. Los sistemas catequéticos de educación en la fe, al menos en occidente, se han movido entre la “providencia” del catolicismo y la “predestinación” protestante, dos cosmovisiones que configuran de modo muy diferente los sistemas de justicia, convivencia, economía, entre otros aspectos. Pero ambos modelos también suelen degradarse y crear subsistemas morales débiles que influyen en el comportamiento social.
Detrás de las tres hipótesis existen aspectos individuales de liderazgos políticos, económicos o religiosos positivos y negativos; aparece en escena la corrupción, la mentira, la ambición, el egoísmo, el odio; la centralidad excesiva del dinero y el poder; y así se enarbolan los proyectos que desfiguran la condición humana y su comportamiento. Y así surgen los choques dialécticos históricos y morales; las figuras de Hitler, Gandhi, Pablo Escobar, Martin Luther King, Ted Bundy, Oscar Romero o Erzsébet Báthory, son símbolos de estas personalidades perversas o referentes éticos que han movido para mal o para bien la condición humana. Unos empujando el mal, otros luchando por la justicia y la verdad.
En medio de los vectores dicotómicos del bien y del mal están los ciudadanos, algunos como actores, otros como agentes o como autores; pasivos o medianamente activos; tomando partido o sufriendo las consecuencias. Pero todos ejerciendo un comportamiento humano por comisión u omisión.
La historia del comportamiento humano también nos recuerda una realidad y dos consecuencias: Desde el punto de vista existencialista nacemos para morir, la vida es una etapa limitada, y dependiendo de nuestras decisiones y de nuestro comportamiento podemos desaparecer radicalmente de las memorias o ser recordados por lo bueno o malo que hayamos hecho. Dicen que sólo morimos cuando nos olvidan (Isabel Allende). Momento oportuno para recordar el imperativo kantiano: “Obra siempre de modo que tu conducta pudiera servir de principio a una legislación universal”.
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Investigador Educativo/opicardo@uoc.edu