Los límites suelen ser la frontera entre dos realidades, bien sea en el campo geográfico, ético, matemático, filosófico, psicológico, educativo, etcétera; casi siempre existe un baremo de contraste, y a veces atravesar los límites tiene implicaciones críticas.
Desde el punto de vista etimológico, la palabra límite proviene del latín “limes”, que significa "borde"; el punto previo o último para llegar a algo.
Tal como señala González Álvarez, E. (2002): “Karl Jaspers aportó ideas sobre “las situaciones límite”: Muerte, culpa, azar, enfermedad, sufrimiento, historicidad y lo relativo de lo fáctico”. Se trata de una reflexión sobre la tríada del dolor, la culpa y la muerte. Estas situaciones ponen al ser humano frente a sus límites existenciales y le hacen tomar una posición, que puede ser no sana como el misticismo, escapismo, excentricidad, etc., o una posición sana de aceptación que le hace crecer, madurar y enriquecerse. Las situaciones que no podemos cambiar nos pueden llevar a ser más nosotros mismos.
En el campo de las matemáticas, un límite es una magnitud fija a la que se aproximan los términos de una secuencia infinita de magnitudes; y en cálculo, describe cómo se comporta una función cerca de un punto; se trata de la idea abstracta base de todo el cálculo, y para entender qué son los límites, se expresa a través de una función con la siguiente fórmula: f(x)=x+2.
En el ámbito de la filosofía, los límites se estudian desde diversas perspectivas; se pueden referir a las experiencias humanas, a los pensamientos racionales, a las situaciones límite, a determinantes asociadas a situaciones que no se pueden alterar; o bien, desde el punto de vista existencialista, los límites son situaciones inevitables entre las posibilidades o imposibilidades entre la realidad y lo metafísico.
En el contexto de la psicología, existe el trastorno límite de la personalidad (TLP) conocido como borderline; se trata de una condición mental que se caracteriza por patrones de emociones inestables o violentas. Las personas que padecen TLP tienen dificultades para controlar sus emociones, lo que puede llevar a acciones impulsivas y relaciones caóticas.
En 2023 publicamos el artículo “Una astilla en el cerebro” (https://www.disruptiva.media/una-astilla-en-el-cerebro/), y hacíamos referencia a ciertas situaciones límite que pueden desencadenar decisiones equivocadas: Deudas, estrés laboral o postraumático, duelo, amor, venganza, crisis familiares, adolescencia, pequeños conflictos sentimentales, celos, etcétera. El suicidio, la cárcel, el aislamiento, entre otras consecuencias, podrían ser parte del inventario de posibilidades.
Podemos ocasionar o llegar a un límite por casualidad, y nuestro comportamiento o decisiones son claves para quedarnos o atravesar esa divisoria. Los marcos éticos y morales son clave en los dilemas. Sócrates -en Gorgias- nos advierte que “es peor cometer una injusticia que sufrirla”; Platón nos establece los principios de la “armonía del alma”: Lo racional, irascible, lo concupiscible, la moderación, la fortaleza, la prudencia y la justicia; y Aristóteles nos recuerda que el fin último del ser humano es la felicidad o “eudaimonía”, y la felicidad no está en los honores, en la riqueza o en el placer… está en razón y en la areté o virtud. Pero nada de esto está en la agenda de pensamiento contemporáneo; por el contrario, prevalecen las conductas de odiadiores profesionales, insultos, la mentira y el egoísmo exacerbado en las redes sociales.
Existe un conjunto de factores que unen, separan, o generan conflictividad en los seres humanos: Religión, dinero, ideologías, política, razas, sexo, deporte, justicia, minorías; las posturas en éstas áreas nos pueden ubicar en ciertos límites críticos. Es evidente, por ejemplo, el problema de los migrantes y el racismo que transita en Europa o en Estados Unidos. La clase política debería preguntarse: ¿por qué miles de personas toman la decisión límite, desesperada y altamente riesgosa de atravesar el Mediterráneo o el Darién?, ¿qué hay detrás de ese fenómeno?.
También existen límites preocupantes en el mundo político y del poder; cuando un gobernante en su megalomanía ya no distingue la realidad, y comienza a modificar los marcos legales para enquistarse en el Estado y se dedica a robar descaradamente aprovechando sus capacidades siniestras. La misma patología la padecen los narcotraficantes, cuando ya no le bastan cientos o miles de millones de dólares que obtienen con el tráfico de drogas, y necesitan obtener más y más; o algunos empresarios voraces cuya única finalidad en este mundo es hacer dinero e incrementar su patrimonio, a costas de cualquier atropello o violación de normas.
Pero los límites también están en la llanura de la cotidianidad; en pequeñas decisiones o acciones; como por ejemplo: tirar o no tirar basura en cualquier lugar, pasar o no pasar un semáforo en rojo, respetar o insultar a alguien en las redes sociales. Cada opción, y la suma de muchas opciones, va a fortalecer un tipo de comportamiento o la propia cultura. Al final si todos tiran basura, si todos irrespetan las normas de tránsito o si todos insultan ¿por qué no lo hago yo?. El pensador colombiano Francisco Cajiao le llama a lo anterior “La sociedad educadora”; en efecto, no sólo aprendemos en la familia y en la escuela, sino también en los contextos en dónde nos movemos, en lo que vemos y consumimos.
Los límites tienen que ver con convivencia…; buscar los “mínimos” entre los extremos; dialogar, razonar y buscar el bien común, es una tarea indelegable; y sobre todo la escuela, el colegio y la universidad deben educar en estos temas, no lo podemos dejar en manos de las redes sociales o de la inteligencia artificial…
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